Sin despedidas, sin bienvenidas

Margarita Lignan Camarena

Inevitablemente te fuiste, y yo sentí que todo lo vivido se borraba de un solo golpe, que alguien inmenso me arrancaba del centro del pecho todas las cosas más amadas. El mundo perdió sentido, ninguna palabra venía al caso, ningún asiento estaba cómodo, ningún pasillo era lo suficientemente largo para escapar, ni ninguna estancia lo suficientemente pequeña para acogerme.

 

Este virus que dicen que no tiene vida se llevó la tuya y lo peor es que no pude despedirte, en las últimas videollamadas que los médicos tan humanamente nos facilitaron, te fue difícil reconocerme y me fue imposible transmitirte la energía de mi amor colocando mi mano sobre la tuya.

 

Hay un protocolo que seguir, tampoco pudimos enterrarte como siempre quisiste, en una caja de madera para devolverte a la Tierra. Nadie vino a abrazarnos, no pude sentirme acompañada viendo los rostros de quienes te han querido. Sentí que era profundamente injusto.

 

Te fuiste sin despedidas, sin compañía, como no merecías, pues en vida viste por toda tu familia, dándonos a cada uno lo mejor de ti; aunque claro, cometiste tus errores, como todos, pero me queda claro que intentaste corregirlos con la mejor de las intenciones.

 

Hoy, que quién sabe dónde estés, quiero contarte que la misma semana en que partiste, nació nuestra nieta, hermosa como su madre y creo que también de carácter fuerte como ella. También llegó sin bienvenidas, no pudimos ir a verla porque nuestra hija se contagió y las aislaron. Nadie fue a abrazarlas, el papá no pudo estar en la sala de parto y sólo he podido conocerla por video; se parece un poco a ti, tiene el mismo color pardo de tus ojos, entre gris, verde y marrón.

 

Mi corazón ha tenido que volverse gigante para albergar tantas emociones, se siente triste y dichoso al mismo tiempo, late vulnerable y fuerte, confundido y claro.

 

Nadie me dijo que tu vida sería eterna; pero tampoco que los ciclos de la vida y el amor son infinitos; ni que en la misma semana iba a sonreír y a llorar al mismo tiempo.

 

Esta pandemia nos ha enseñado tanto, los jóvenes han encontrado nuevas formas de aprender y los maestros nuevas formas de enseñar; antes decíamos que la tecnología nos alejaba y hoy justo hemos visto cómo nos acerca. Hay gente nueva que en medio de todos los cambios ha llegado y otros, conocidos de siempre, que se han alejado por diversos motivos. Hemos aprendido de amistad y de solidaridad, apoyando a quienes la han pasado peor. También descubrimos que hay otras formas de nacer y de morir que pueden parecernos en principio crudas e injustas, pero que nos han obligado bellamente a buscar caminos para expresar el amor, para compartir el amor, para hacer sentir a los nuestros amados.

 

También puedes leer: Una comunidad de respaldo

 

La gente está distante, obviamente temen contagiarse; sin embargo, me llegan a diario mensajes, e incluso algunas flores que me recuerdan que no estoy sola.

 

Mariana y la pequeña Aída ya están en su casa, aunque siguen sin visitas. Se me ocurrió pedirle a Pablo, nuestro nieto mayor, que me ayude a grabar un video para ellas con fotos de nosotros y tus frases, porque tu nieta no va a perderse de los consejos de un abuelo tan maravilloso.

 

Así que decidí escribirte esta carta, no sé qué tecnologías habrá allá donde tú estás, pero no te puedes perder de conocer a la bebé. Sé que te fuiste con la certeza de nuestro cariño y sé que Aída ha llegado para recibir eso mismo.Lo único que nos salva de la pena de la muerte, es justamente la vida. Te quiero siempre.

 

Los fallecidos por Covid-19 en el planeta ascienden a más de 500 mil, de acuerdo con las últimas estadísticas ofrecidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS); sin embargo, se espera que alrededor de 116 millones de bebés nazcan bajo la sombra de la pandemia, según ha declarado la UNICEF.