La gran idea

La gran idea

Margarita Lignan Camarena

¿Quieres que te cuente cómo empecé este blog?, bueno, fue impulsada por la desesperación. ¿Recuerdas aquellas caricaturas que veíamos de niños, cuando uno de los personajes ya no aguantaba más y se iba corriendo para subir un cerro y gritar desde la cima?, pues justamente así me sentí yo.

 

Te platicaré primero una historia que segura, pero desafortunadamente ya conoces: al que era mi marido le fueron quedando grandes las responsabilidades, tanto, que, supongo que se llenó de miedo y un día decidió simplemente irse, dejándome sola con todas las cuentas pendientes, las explicaciones para nuestros hijos y el desafío de salir adelante; pero no, no vayas a creer que fue entonces que quise subir a un cerro a gritar, para nada, porque mi madre y mi hermana mayor me entrenaron para ese momento, pues tristemente, y como a muchas mujeres, les pasó lo mismo.

 

En mi mesa había a diario tres platitos vacíos, más el mío y tres caritas que me veían con tristeza, pero también con esperanza, la mía no; la mía estaba entre asustada y enojada, de hecho, muy, pero muy enojada. Una cosa buena que tiene el enojo es que, si no dejamos que nos entorpezca, nos da fuerza, y con esa misma me puse a hacer velas, vender pasteles, repartir volantes y hasta aprendí a hacer manicure y decorar uñas. Tantos intentos me ayudaron a descubrir que no era eso lo que yo quería y que podía hacer más, porque la verdad es que me estaba desgastando haciendo mucho y ganando poquito; fue entonces cuando, como dicen, “me empoderé”, y me acordé de quién era yo antes de que alguien me ayudara a devaluarme; así que retomé mi carrera de diseño, y de pesito en pesito fui juntando para tomar algunos cursos y actualizarme, y hasta encontré unos buenísimos y, además, gratuitos.

 

Anunciándome en redes, con mis propios amigos, fui logrando uno que otro contacto para chambitas chiquitas, como free lance, en las que me comprometí a entregar en tiempo y forma, con la mejor calidad posible y por lo cual, poco a poco fui consiguiendo mejor paga y más trabajo. Así, entre trabajar y atender a mis hijos, entre desvelarme y atenderme yo, entre acabar agotada y a veces darme un tiempo para un café con una amiga, se me ocurrió una idea buenísima: hacer una pequeña revista, que se pagaría con publicidad, para promover trabajos de free lance. Pues ahí estuve varias noches formando mi revistita, que fui a imprimir a color a un centro de copiado, obvio con mis propios recursos, con el fin de tener un demo y conseguir un patrocinador.

 

¿Mi ex marido?, ah, él llamaba de vez en cuando para saludar a los niños y decirles que ya pronto volvería con dinero para resolverles todo; mientras, yo tuve otra gran idea, llamar una revista, de las más famosas, una de distribución nacional y proponerles mi proyecto. Conseguí la cita, el gerente, que tenía entre 35 y 40 y un apellido famoso, junto con su coordinadora (también de apellido y ropas rimbombantes) me atendieron, súper atentos e interesados, me hicieron tantas preguntas que yo juré que me compraban el proyecto.

 

Pasaron semanas sin rastro de respuesta, por lo que marqué yo, y una asistente me dijo que sus jefes andaban en convención muy ocupados, pero que dejaron dicho que no quedé seleccionada. No te miento, me sentí torpe e incapaz, poca cosa y frustrada… ¡Hasta que vi en el puesto de periódicos mi proyecto publicado con bombos y platillos, justo en esa cochina revista!

 

¡Ajá, ahora sí le atinaste, fue justo entonces cuando quise subir corriendo al cerro para gritar y gritar! Bueno, no podía de la impotencia y la rabia, ese par de mequetrefes qué sabían de sacar adelante a tres niños siendo madre soltera, si ellos habían logrado los mejores puestos sin el menor mérito.

 

Así merito fue, me plagiaron, se robaron mi gran idea y no tuve manera de comprobarlo porque yo no tenía registrada mi revista y sólo ellos y yo estuvimos en aquella conversación. Te juro que cada que mis hijos necesitaban zapatos, un cuaderno o querían ir al cine con palomitas y todo como sus amigos, yo pensaba tanto en ese par de escarabajos que seguro les retumban las orejas hasta la fecha.

 

También puedes leer: De la nube a la tormenta

 

Lo bueno es que la dueña de mi cabeza tan creativa y mi voluntad tan trabajadora soy yo y no ellos, así que después de llenarme de rabia, tuve otra gran idea de las que sólo a mí se me ocurren: escribir este blog que se llama justo así “La gran idea”, donde reúno tips para que sepas cómo proteger tus proyectos, antes de buscar patrocinadores, pero no sólo eso, también integré un equipo de personas expertas, que trabajan por su cuenta, para dar cursos que ya tengo hasta certificados, no sólo sobre derechos de autor, sino también acerca de emprendimiento, creatividad, habilidades de venta y negociación.

 

Ojalá mi gran idea te sirva para que tú también des rienda suelta a las tuyas, pero que no sólo se queden en tu imaginación, sino que te atrevas a construir algo grande con ellas. Cuando lo logres, por favor házmelo saber, para que subas tu testimonio a este blog y como si fuera un cerro, le grites al mundo que sí se puede, que los justos y los decentes somos más y que hay joyas que ningún plagiario nos puede robar, como el ímpetu, la capacidad y la alegría de crear y crear.