Escrito por: Jimena Vilchis

La masculinidad se define como el conjunto de atributos, valores, comportamientos y conductas que son característicos del hombre en una sociedad determinada (CNDH, 2018). En este sentido, la masculinidad es parte de la división binaria del género: masculino-femenino, esto es, de las formas en las que se diferencian los hombres y de las mujeres.

De tal forma que, la masculinidad cambia en el transcurso del tiempo, ya que es una construcción de carácter histórico. Asimismo, tiene un carácter social puesto que responde a una necesidad o normatividad de una sociedad; también tiene un carácter político, porque en gran medida se entiende a partir de relaciones de poder. Finalmente, es de carácter económico, porque predetermina y regula las actividades generadoras de recursos (Gobierno del Estado de México, Secretaria de Desarrollo Social y Consejo Estatal de la Mujer y Bienestar Social, 2011).

Lo asociado a lo masculino y a lo femenino va mucho más allá de una enunciación descriptiva, nos remite a un sistema de interpretación acumulado que impacta tanto en el espacio público como en el privado en el que se desarrolla una persona dependiendo de su sexo.

Tradicionalmente el espacio público es asignado a los hombres, mientras que el espacio privado es de las mujeres. Lo anterior, implica que el hombre es el proveedor “natural”, mientas que la mujer la cuidadora del hogar. Se trata de un orden que funciona como una máquina simbólica, donde la división sexual del trabajo, y las estructuras tanto del espacio como del tiempo, constituyen los ejes sobre los que descansa su organización (Guevara E, 2008, p.81).

Este “deber ser” “natural” son los roles de género, que se definen como un conjunto de normas de comportamiento percibidas, un conjunto de papeles y expectativas, asociados particularmente como masculinas o femeninas, en un grupo o sistema social determinado (Emakunde, 2008, p.22).

Por lo tanto, cada sociedad define patrones particulares de conducta como masculinos y otros como femeninos. Ejemplo de ello, es la relación entre lo masculino y la fuerza, no solo física sino también emocional, que se traduce en prácticas o creencias comunes tales como “los hombres no lloran”; en contraposición con las mujeres quienes son débiles y sentimentales. Así, el rol de la masculinidad determina, en cierta medida, desde la forma de vestir hasta el modo de comportarse.

En este sentido, un mismo comportamiento es valorado de forma diferenciada partiendo del sexo de su protagonista. Por ejemplo, si se percibe a un hombre como “temperamental” se ve como una cualidad relacionada con ser “apasionado”, mientras que si la mujer es temperamental es más bien un defecto relacionado con ser “histérica” (Emakunde, 2008).

La masculinidad tradicional se fundamenta en una visión androcéntrica del mundo -basado en la idea de autoridad y liderazgo del hombre-, por lo que en nuestra sociedad la masculinidad funge como un eje de desigualdad que ha subordinado a lo femenino, es decir, a las mujeres frente a los hombres.

Consecuentemente, los hombres como grupo social poseen mayores privilegios en diferentes espacios, que se traduce en mayor posicionamiento político, económico y social en el mundo (Connell R., 2000).

Esta subordinación de lo femenino sobre lo masculino genera a su vez, la idea de dominio del hombre sobre la mujer, usando la violencia como una forma de control. Por ello, la relación entre la violencia y la masculinidad constituye un serio problema de las desigualdades de género. La violencia forma parte del proceso de socialización masculina en mucha mayor medida que en la de las mujeres. Esto tiene una triple vertiente, ya que pueden desplegarla contra las mujeres, contra otros hombres e incluso contra ellos mismos (CNDH, 2018).

Lo anterior, tiene un impacto en nuestras sociedades. En México la mayoría de los homicidios son perpetrados por hombres. Igualmente, la violencia contra las mujeres en su expresión más extrema: feminicidio -homicidio de mujeres por razones de género- es cometida en su gran mayoría de los casos por hombres. Además, estadísticamente existe una tendencia más pronunciada de suicidio en hombres que en mujeres (INEGI, 2019).

Hoy en día siguen vigentes muchos de los elementos básicos de la masculinidad tradicional, sin embargo, el papel que tradicionalmente han desempeñado hombres y mujeres en nuestra sociedad viene experimentando una transformación.

El cambio es especialmente visible y significativo en el caso de las mujeres: mayor participación en el mercado laboral; acceso educativo; mayor presencia en la cultura y el deporte y, en menor medida, en los ámbitos de poder y toma de decisiones (Emakunde, 2008).

Muchos de estos cambios han sido posibles gracias a los movimientos sociales de mujeres que han luchado por la igualdad de género. Sin embargo, los hombres también han participado -en menor medida- en esta transformación.

Así, encontramos que el hombre se ha cuestionado la presencia de un hombre “universal”, al afirmar que existen muchas formas de ser hombre, ya que actuar como hombre varía de acuerdo con el contexto histórico, social, cultural, etcétera.

En este sentido, la masculinidad no es un objeto dado, o bien ya predeterminado, sino que se construye, se aprende y se practica dependiendo de un contexto y tiempo determinado. Desde este punto de vista, se encuentra vinculada al terreno de la acción y del movimiento, y no al escenario de lo estático y lo predeterminado (Faur, 2004).

Al reconocer la masculinidad como algo dinámico y cuestionar los roles de género tradicionalmente asignados a los hombres, se reconoce también la existencia de masculinidades alternas. Estas masculinidades alternas son conocidas como “nuevas masculinidades”, es decir, elegir otras conductas, características y actitudes nuevas que pueden identificarse como masculinas.

Asumir una nueva masculinidad significa dar un giro radical a la vida como hombre, pues hay que considerar que con esta nueva masculinidad no sólo mejora la relación hombre-mujer, sino que a través de esta relación hay redefinición de tiempo, espacio y del estado de cosas. En otras palabras, repensar la forma de ser hombre, genera relaciones igualitarias, libres de estereotipos que nos dan libertad para definir quiénes somos y cómo queremos ser. Así, estas otras formas de ser hombre adquieren sentido no sólo a través de nuevos roles, normas o prescripciones, sino a través del pensamiento y la moral, en las emociones, los valores y los sentimientos (Gobierno del Estado de México, et. al., 2011, p.39).

Las nuevas masculinidades permiten a los hombres tomar lo bueno de una masculinidad ya construida en un tiempo determinado y de otras formas que se están construyendo de ser hombres, obteniendo la posibilidad de elegir cómo relacionarse con otros; reconociendo que la relación no debe ser necesariamente violenta ni implicar atracción sexual; respetar el derecho a definir la preferencia sexual; asumir que los hombres tienen derecho a experimentar los mismos sentimientos que las mujeres, etcétera (CNDH, 2018).

En tanto la masculinidad es algo que se aprende desde niño, es posible, entonces (des)aprender, esto es, dejar de lado aquellas normas y valores colectivos tradicionales que solo disminuyen las posibilidades de vivir y coexistir en una sociedad igualitaria. Por supuesto, esto es un trabajo complejo que implica cuestionar día a día las estructuras sociales impuestas, y que, en muchas ocasiones, encontrará mucha resistencia.

Proponer otro tipo de masculinidades promueve nuevos espacios para los hombres, para el goce de sus derechos. En este sentido, implica un modo diferente de vivir y de relacionarse con sus amigos, pareja, familia, hijas e hijos, jefes(as) y con el mundo en general.

Además, las nuevas masculinidades rompen con la dualidad femenino – masculino, y abren espacio a otros géneros y expresiones alternativas. En otras palabras, promueven la igualdad y la diversidad.

Ahora bien, la igualdad tiene beneficios directos para los propios hombres. Ser un hombre más igualitario supone asumir mayores responsabilidades hacia el cuidado de las demás personas, pero también de uno mismo; aumenta la autoestima; favorece el crecimiento personal, y aumenta la calidad en las relaciones tanto con las mujeres como con otros hombres, entre otras ventajas (Emakunde, 2008, p.17).

Finalmente, las nuevas masculinidades favorecen que cada uno sea como quiere ser. En otras palabras, benefician el ejercicio de la libertad de cada persona, sin importar si es hombre o mujer, para ser como se quiere. Esta reflexión coadyuva a deconstruir las relaciones dicotómicas del género y a su vez promueve la igualdad entre hombres y mujeres.

Fuentes bibliográficas

Amuchástegui, A. y Szasz, I. (2007). El pensamiento sobre masculinidades y la diversidad de experiencias de ser hombre en México. En A. Amuchástegui e I. Szasz (coords.), Sucede que me canso de ser hombre… Relatos y reflexiones sobre hombres y masculinidades en México México: El Colegio de México.

Comisión Nacional de los Derechos Humanos. (2018). Respeto a las Diferentes Masculinidades. México. Sitio web: https://www.cndh.org.mx/sites/default/files/doc/Programas/Ninez_familia/Material/trip-respeto-dif-masculinidades.pdf

Connell, Raewyn. (2003). Masculinidades, México, Ciudad de México: .Programa Universitario de Estudios de Género, Universidad Nacional Autónoma de México.

EMAKUNDE-Instituto Vasco de la Mujer. (Ed.). (2008). Los hombres, la igualdad y las nuevas masculinidades. España: EMAKUNDE-Instituto Vasco de la Mujer.

Eleonor Faur. (2004). Masculinidades y desarrollo social. Bogotá, Colombia: Arango Editores.

Elsa S. Guevara Ruiseñor. (2008). La masculinidad desde una perspectiva sociológica. Una dimensión del orden de género. Distrito Federal, México: Universidad Autónoma Metropolitana México.

Gobierno del Estado de México, Secretaría de Desarrollo Social, Consejo Estatal de la Mujer y Bienestar Social. (2011). Sensibilización en masculinidad y violencia de género. Estado de México: Gobierno del Estado de México.

Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2019). “Estadísticas a Propósito del día Mundial para la Prevención del Suicidio (10 de septiembre de 2019). Datos Nacionales.

La Hora Nacional. (2018) ¿Sabes qué son las nuevas masculinidades?, 13 de junio de 2018, de Gobierno de México Sitio web: https://www.gob.mx/lahoranacional/articulos/sabes-que-son-las-nuevas-masculinidades?idiom=es

Mauricio Zabalgoitia Herrera. (2019). Género, Masculinidades y Educación Superior en México. Un Estado de la Cuestión. Revista de investigación Educativa, no. 29.

Last modified: marzo 11, 2020