¿Alguna vez has escuchado frases como “las mujeres son dramáticas”, “los niños no lloran”, “ellos no deberían jugar con muñecas” o “juega muy rudo, seguro va a ser marimacha”?

Desde pequeñas y pequeños, la mayoría de nosotras y nosotros, comenzamos a recibir cierta información de nuestro entorno respecto a cómo debemos ser, comportarnos e incluso hasta nos dicen qué cosas tenemos que disfrutar dependiendo si nacimos siendo mujeres u hombres y, cuando crecemos, es probable que tengamos tan arraigadas esas ideas, que estereotipemos a las personas según su sexo.

Por ejemplo, el otro día Tere iba manejando a casa de su abuela cuando un auto se metió de una manera poco responsable al carril en donde ella venía, tuvo que frenar de emergencia y en ese momento pensó: “seguro es mujer”, pero Tere, además de “meterse un autogol” porque ella también es mujer e iba manejando, se equivocó, puesto que quien iba al volante era un varón.

A Raúl, mi amigo, lo despidieron de su trabajo como coordinador porque, le dijeron, “era muy débil y le faltaba carácter” pero en realidad, Raúl no era nada de eso, su único pecado fue soltar unas lágrimas en frente de su equipo, con el que llevaba una cordial relación, al agradecerles por haber llegado a las metas del mes antes de lo esperado.