Quiero ser un papá

Margarita Lignan Camarena

Le encanta jugar con su ring y sus luchadores, hacerlos volar desde la tercera cuerda y eso sí, que ganen siempre los técnicos, porque son mucho mejores haciendo acrobacias.


Tiene una gran colección de carritos de juguete que comparte en las noches con papá, y le gusta jugar con ellos a las carreras; a veces compiten todos los azules, otras veces organiza un rally de coches antiguos y algunas más, de plano arma su pista de Fórmula Uno, para que compitan sólo los más veloces.

 

También le gusta jugar a la cocinita con su mamá, sólo que él cocina con plastilina, pero eso sí, como en los programas de grandes chefs que ha visto en la tele, le da especial importancia a la presentación del platillo, y para eso hace churritos de plastilina roja y verde para que sean los pimientos y con un molde de galletas traza pequeñas hojas de plastilina verde, que parte después en finos pedacitos, como una lluvia de albahaca; igualito que lo hace la abuela Esther.

 

Iván tiene 5 años y una pequeña hermanita de apenas unos cuantos meses, a quien su mamá arrulla con tanto cariño, que a él se le antoja jugar a ser un papá; así que va por su monstruo de peluche al que envuelve en una funda vieja y lo mece justo como hace mamá con Ana.

 

Hay algo de mamá que le parece absolutamente mágico, resulta que sale leche de su pecho para alimentar a su hermana y le cuenta que del mismo modo lo alimentó a él, y que por eso ha crecido tan grandote y lleno de energía.

 

 -Y por eso puedo saltar tan alto que casi toco el techo, mira mamá, ¿ves que salto muy muy alto?


– Altísimo, mi cielo, de verdad ya casi llegas al techo.


– Oye mami…


– Dime Ivan


– Y… ¿yo también voy a tener un bebé en mi panza y darle leche después?

 

Marcela se siente enternecida por la pregunta de su hijo y sabe que es momento de hablarle de algunas diferencias entre niños y niñas, toma una de sus pequeñas manos y le coloca un beso sobre ella.

 

-No mi corazón, tú eres un niño, un varón.

 

La carita de Ivan luce profundamente desilusionada, así que mamá lo sienta a su lado y lo abraza para explicarle.

 

-Los varones no llevan a los bebés en su pancita, pero los reciben en su corazón, como papá a ti, te quiere mucho aunque no hayas salido de su cuerpo.

 

              – Pero yo le quiero dar leche a mi bebé monstruo.

              – Se la puedes dar en una mamila, como papá se la da a Ana

 

No acaba de gustarle la respuesta, en el fondo, su pequeño corazón siente que algo de injusto hay en el mundo. 

 

Papá llega en las noches muy cansado del trabajo, así que se da un baño, luego come “como un león”, en palabras de su hijo, abraza un rato a Ana y por fin juega con Ivan hasta que llega la hora de llevar a los niños a la cama para compartir tiempo con su esposa y descansar.

 

– Estoy muy cansado Iván, yo creo que hoy no armamos la pista, ¿te parece si mejor hacemos una colección de coches negros?

 

-¿Hoy podemos jugar mejor a los papás?

 

– ¡¿A los papás?!, ¿y cómo es eso?

 

-Es que yo quiero que mi monstruo sea mi bebé pero mami dice que cuando sea grande yo voy a ser un papá, no una mamá.

 

-Ja, ja, ja; ya veo, ¿y entonces de qué se trata el juego?

 

-De que me enseñes a ser un papá, yo voy a ser papá de mi monstruo y tú de mi pingüino ¿zaz?

 

 

Ricardo observa a su hijo lleno de ternura y se queda pensando en cómo hará eso, cómo enseñarle a su niño a ser un papá.

 

Tú, ¿cómo lo harías?