La escuela con “e”

Margarita Lignan Camarena

Te quiero contar que Fer y Alex extrañan mucho la escuela, pero aquí entre nos, te confieso que creo que yo la extraño más.

 

Al principio de la pandemia todo parecía ser unas inesperadas vacaciones familiares, pero poco a poco, las cosas se han ido complicando, además del miedo a enfermarnos, está el miedo a quedarnos sin trabajo, porque el negocio no ha ido bien, la economía sigue detenida, no se vende como antes; mi esposo y yo tenemos una librería, precisamente de textos escolares, que obviamente casi nadie está comprando.

 

Mis hijos iban a una escuela de tiempo completo, por el trabajo, me ayuda mucho que les den de comer y que tomen ahí mismo sus actividades extracurriculares como natación y chino. Pero ahora, llevamos 5 meses en casa y las cosas se han puesto muy complicadas. Fer está en secundaria, acababa de entrar, y como no hay propiamente clases, le dejan mucha tarea de temas que no entiende y que yo, francamente, tampoco le sé explicar.

 

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Alex en cambio está en primero de primaria, quiero contarte que llevamos gran parte de la cuarentena hospedando y conviviendo con Richi, su nuevo amigo imaginario, quien por cierto, tiene poderes especiales para que no le de Covid y él sí puede salir a pasear, por lo que seguido no llega a la hora de la comida, pero en las tardes viene a jugar, porque como dice Alex, “los otros amigos no pueden”; así que hasta se carcajean juntos, aunque también luego se pelean; la verdad no sé si reír o llorar.

 

Mis hijos extrañan a sus compañeros y yo extraño trabajar sin tanto ruido, sin desorden por todos lados; extraño poder concentrarme, beber pausadamente un café; extraño que sea fin de semana y salir, extraño el aire; también a mis amigas y hasta a las maestras con las que a veces discutía porque ellas siempre decían que los papás no le hacemos suficiente caso a nuestros hijos y nosotros, los papás, luego tenemos la idea de que ellas no ponen suficiente empeño en su trabajo. ¡Qué absurdo! La pandemia nos ha permitido abrir los ojos y darnos cuenta del cariño y el empeño que todos somos capaces de aportar.

 

Ahora lucho con asuntos que nunca hubiera imaginado, como el tiempo lineal, en el que no existen primavera ni el verano, no hubo oportunidad de ponernos ni las sandalias ni el impermeable, en el que los horarios se han alargado indefinidamente poniéndonos muy irritables y en el que cada fin de semana tengo que inventar algo nuevo, como hacer un pastel, sembrar una planta, hacer un reto de baile o cualquier otra cosa que nos ayude a identificar los días que van pasando, que nos recuerde que somos familia, que la vida sigue y que eso vale mucho la pena.

 

Este tiempo me ha servido para revalorar muchas cosas, las maestras y maestros también son papás y mamás, y nosotros también somos maestros de nuestros hijos, aunque no sea de asignaturas académicas.

 

Hoy la vida es diferente y no todo es tragedia, comemos juntos, charlamos mucho, aprendemos cosas nuevas, valoramos mucho más a todos y extrañamos aquello que dábamos por hecho.

 

Manuel y yo buscamos una escuela que enseñara a nuestros hijos a ser “emprendedores”, “competitivos”, “los mejores”, preparados para un mundo rudísimo y un mercado laboral ultra exigente, que hoy está cambiando.

 

Me he estresado mucho con el tema del colegio, algunos dicen que es irreparable que los niños pierdan el ciclo escolar, otros dicen que es peor pagar colegiaturas con la crisis encima, otros amigos nos han comentado que de plano, van a sacar a sus hijos, y mi amiga Maura, está desesperada porque su trabajo en ventas era de viajar y viajar, ella no tiene paciencia para estar todo el día encerrada y se puso a llorar a “moco tendido” al saber que aún no regresarán a la escuela.

 

Pienso en el peligro de salud, la verdad es que los chamacos se contagian hasta los piojos, es inevitable que convivan, que se abracen, que compartan el sándwich. Pienso también en los maestros y en sus salarios de los que dependen sus familias, y entonces me regreso a vernos a nosotros y las dificultades que enfrenta nuestro negocio.

 

Es un tiempo muy difícil, por eso comencé a hablar con mis amigos de que creo que en este tiempo la “mejor escuela” es la que tiene  “e” de poder escoger, en vez de estarnos estresando unos a otros recomendándonos “lo que es mejor”. Me parece que esta vez no hay una receta y que a veces los consejos forman muros de incomprensión. Creo que es tiempo de analizar, de vernos, ¿cómo son nuestros hijos?, ¿cómo somos nosotros?, ¿de verdad sólo pueden aprender con programas académicos y asignaturas?, ¿de verdad su vida estará irremediablemente perjudicada si se detiene la escuela?

 

Yo me solté de eso porque me causaba mucho estrés, y observé que en esta cuarentena mis hijos han aprendido de biología cuidando las plantas y a sus mascotas, han aprendido de geografía con documentales y juegos de mesa; en la cocina aprendieron un montón de matemáticas, y si te dijera que lavando el baño han aprendido química cuando les expliqué por qué limpio los mosaicos con vinagre, no me lo creerías.

 

He hablado con mi esposo, nosotros pusimos la librería precisamente porque queríamos algo más tranquilo que nuestros anteriores trabajos “altamente competitivos” que siempre nos representaban insatisfacción porque las metas eran muy difícilmente alcanzables y siempre a beneficio de alguien más.

 

Hacer tareas y tareas me estresa, ya no me importan los dieces, he disfrutado mucho más el tiempo de dialogar y contarles mis propias experiencias para transmitirles valores e ideas de cómo resolver las dificultades de la vida.

 

Nosotros optamos por una asesoría para hacer homeschooling, aprobarán sus materias cuando estén listos, con un plan más vivencial que académico. Mi hermano Pablo sí se acomodó con el sistema de plataforma que llevan en la escuela de sus hijos y mi amiga Maura decidió que llorará menos si esta vez sus hijos estudian solo inglés en línea y suspenden por ciclo la escuela.

 

Esta pandemia nos ha enseñado mucho, no hay una sola forma de aprender y es un absurdo estresarnos por sostener una realidad que ya no existe. El camino no está trazado, esta vez la mejor escuela será la que tenga “e” de escoger.