Yoali Pérez Montesinos
En la actualidad, el mundo vive una contingencia sanitaria que está exacerbando la violencia contra las mujeres y las niñas en todo el mundo. En México, la Red Nacional de Refugios reportó que durante los dos primeros meses de confinamiento se registró un incremento de 70% en las solicitudes de atención y protección a mujeres, niñas y niños.
Las personas especialistas y los organismos internacionales argumentan que las medidas de aislamiento y de restricción de movimiento han derivado en situaciones de incertidumbre, inestabilidad económica y pérdida de empleo que pueden ocasionar estrés, así como sensaciones de pérdida de poder que elevan la frecuencia y gravedad de la violencia contra mujeres, niñas y niños.
Esta situación destaca, una vez más, la necesidad urgente de que los hombres asuman responsabilidad y trabajen en la resolución de la violencia contra las mujeres y las niñas. La situación actual evidencia que la violencia sigue siendo un recurso frecuentemente utilizado por los hombres para ejercer su masculinidad.
Prevalece un estilo de masculinidad hegemónica, es decir, éste es el que se ejerce a través del poder y la dominación, aquel que tolera la violencia contra las mujeres, niñas y niños, y que también genera daño y sufrimiento en los propios hombres y en toda la sociedad.
Erradicar la violencia contra las mujeres, niñas y niños, implica que los hombres construyan masculinidades alternas y diversas que permitan transformar y erradicar la masculinidad hegemónica. ¿Cómo? Asumiendo el trabajo doméstico como responsabilidad y no como ayuda; implicándose activamente en la crianza de hijas e hijos, rechazando cualquier expresión de violencia, desarrollando habilidades para expresar sus sentimientos asertivamente y cuidando su salud, por ejemplo.
La necesidad de que los hombres tomen conciencia y acción sumada al hecho de que no exista un movimiento masivo y contundente que muestre el interés de los hombres por transformar la masculinidad basada en el poder y la dominación, nos lleva a preguntarnos ¿por qué prevalece esa masculinidad que utiliza la violencia como un recurso de poder?, ¿por qué los hombres no han tomado conciencia y acción para transformarla?, ¿qué se puede hacer para animarlos a la reflexión y detonar cambios?
Una posible respuesta es que ser hombre implica privilegios masculinos a los que no les resulta cómodo ni estratégico renunciar. Y sí, es cierto que existen privilegios masculinos que suelen constituir comodidades y ventajas para los hombres, pero no son adecuados para el bienestar social, la igualdad de género y la justicia social. Incluso, como señala Angel Lozoya “Los privilegios cuestan caros y en el campo de los sentimientos, todo lo que ganamos en poder lo pagamos en represión emocional”
Los privilegios masculinos son ventajas cotidianas para los hombres que sostienen desigualdades de género, están tan naturalizados que pasan desapercibidos para muchas personas. Por ejemplo, es un privilegio el hecho de que, en los hogares, los hombres reciban más cuidados de los que ellos dan porque les permite gozar de mayor independencia, tiempo libre y energía. Es un privilegio masculino utilizar los espacios públicos sin temor a sufrir acoso sexual porque les permite mayor movilidad y autonomía. Es un privilegio ser padre y trabajar sin que la paternidad les implique obstáculos para el desarrollo profesional.
Si, quizá los privilegios masculinos no motivan a los hombres para participar en un proceso de transformación de la masculinidad hegemónica. Pero quizá si lo sea el tomar conciencia de que la masculinidad es un mandato social que no sólo genera privilegios para los hombres, sino que también genera daños para ellos y para toda la sociedad.
La masculinidad no es una esencia y tampoco es sinónimo de hombre, es resultado de procesos sociales que implican cumplir con atributos cuyo cumplimiento no es factible para todos los hombres, porque nacer hombre puede implicar privilegios no ganados, pero no es suficiente para disponer de prestigio, poder o potencia.
Una de las autoras más vigentes en materia del estudio de la masculinidad y la violencia es Rita Segato, ella plantea que la masculinidad es un mandato que exige a los hombres que demuestren constantemente que efectivamente son hombres, y dice que ello se logra a través de la demostración de las potencias sexual, económica, intelectual, moral, política, bélica y física. Es la demostración de esas potencias las que permiten obtener prestigio y obediencia en la estructura corporativa de la masculinidad.
Segato identifica la masculinidad como una estructura corporativa porque para pertenecer a ella es necesario demostrar lealtad y obediencia a sus valores, solo demostrando algún tipo de potencia masculina es posible que los hombres “merezcan” formar parte de ella. Dicha estructura es jerárquica y las posiciones de mando y prestigio se obtienen demostrando capacidad de potencia, capacidad de dominación.
El carácter jerárquico de la masculinidad implica que existen hombres con capacidad de mando y hombres en situación de obediencia y subordinación. La búsqueda de potencias por parte de los hombres puede ocasionarles muchas frustraciones, primero porque vivimos en un contexto en el que la precarización del trabajo y de las condiciones de existencia dificultan demostrar potencias y segundo porque los aleja de las virtudes y bienestares que no son valorados en la masculinidad.
Por ejemplo, en el actual contexto de inestabilidad económica, desempleo y mayor convivencia con la pareja, hijas, hijos u otro familiar, los hombres pueden encontrar dificultades para demostrar potencia económica y sexual, pero también para realizar labores de cuidado y para relacionarse equitativa y amorosamente con sus familiares. En este marco, la violencia se constituye en un recurso que permite demostrar masculinidad y formar parte de esa estructura corporativa.
El mandato de masculinidad hegemónica ocasiona daños y sufrimiento en los varones, uno de los más crueles, apuntado también por Segato, es que ellos son el recurso humano más utilizado en las guerras, en el crimen organizado y en los enfrentamientos entre pandillas. La masculinidad es un factor de riesgo para la integridad, la vida y la salud sexual y reproductiva de los hombres, pues frena el autocuidado y les hace más proclives a vivir situaciones de riesgo, como lo es el consumo de alcohol, accidentes automovilísticos, golpizas, y relacionarse sexualmente sin protección, entre otras cosas.
Por ello es necesario desmontar la masculinidad, parafraseando a Segato, ello es un proceso indispensable para acabar con la desigualdad y la violencia, si se desmonta la masculinidad ya no hay recursos para la guerra y la violencia.
“Cuando hablo de ese desmonte indispensable no es solamente para que pare la violencia contra las mujeres, sino para que pare la guerra en general” (…) “El mundo se transforma y la historia se reorienta si los hombres se vuelven capaces de desmontar el mandato de masculinidad y de revisar lo que los hace actuar en la búsqueda de potencia, lo que los hace tener que espectacularizar todo el tiempo su capacidad de dominio”
“Lo que era y sigue siendo necesario es una visión de la masculinidad en la que la autoestima y el amor a uno mismo como ser único formen la base de la identidad”
Se observa que la masculinidad hegemónica no sólo afecta a las mujeres, afecta a los hombres y afecta a toda la sociedad. Por ello, bell hooks señaló que el enemigo del feminismo, y la lucha por la erradicación de la desigualdad y la violencia, no son los hombres, es el sistema patriarcal, lo hombres deben tomar conciencia y acción porque no se trata de un asunto de mujeres, se trata de un asunto social.
Me gusta pensar que plantear las consecuencias de la masculinidad hegemónica para los hombres y para toda la sociedad ayuda a motivar a que aquellos que siguen venerando y demostrando algún tipo de potencia, tomen conciencia de lo nocivo que es reproducir el mandato de masculinidad.
También quiero señalar un par de hallazgos que es importante considerar en el diseño de acciones orientas a promover cambios en la masculinidad hegemónica. En un estudio elaborado por la organización GENDES con hombres activistas de la diversidad sexual y contra la violencia de género, se identificó que los detonantes de reflexión y cambio en torno a la masculinidad son diversos y van desde la violencia sufrida en carne propia hasta las experiencias traumáticas de mujeres cercanas y la observación de la violencia entre pares. Por tanto, las acciones para invitar al cambio deben dirigirse a todos los hombres, sin sesgos de clase, formación académica ni de otro tipo.
Otra poderosa conclusión del mismo estudio es que los hombres que vivieron procesos de cambio y reflexión fueron acompañados por personas con recursos para guiarles en la transformación de su masculinidad. Por ello, se apuntó que es importante que existan opciones reeducativas de largo plazo para reforzar la necesidad del cambio.
Así, cuando se promueven talleres, sesiones terapéuticas individuales, círculos de reflexión grupal y otras metodologías para promover comportamientos afectivos, amorosos y libres de violencia en hombres; es preciso procurar que éstos duren un mínimo de 4 meses con sesiones continuas.
Es ese orden de ideas, las organizaciones, colectivos, fundaciones e instituciones tienen la oportunidad de ofrecer procesos y metodologías de acompañamiento para los hombres que desean cambiar sus actitudes patriarcales y transformar la masculinidad hegemónica.
Transformar el mandato de masculinidad es una responsabilidad del estado y sus instituciones, pero también de las organizaciones y los hombres.
Referencias bibliográficas
Lozoya, José Angel (2016). Privilegios masculinos. Foro de hombres por la igualdad. privilegios.masculinos.pdf
Segato, Rita. (2019). Ponencia dictada en las Jornadas de Debate Feminista. Montevideo, Uruguay.
(2019). Pedagogías de la crueldad. El mandato de la masculinidad (fragmentos)
hooks, bell (2017). El feminismo es para todos.
Pinilla, David (2017). Masculinidades Emergentes” en México: Un acercamiento a los grupos de hombres y activistas por la diversidad sexual y contra la violencia de género. Gendes, Género y Desarrollo, A.C.
ONU Mujeres (2020). Prevención de la violencia contra las mujeres frente a COVID – 19 en América Latina y el Caribe. Disponible en brief_diagramacion_final.pdf.