La chamba

Por: Margarita Lignan Camarena

A golpes aprendió de su padre y sus tíos cómo ser un hombre, le enseñaron que los varones deben crecer “curtidos”, “recios”; que la vida es dura y para conseguir dinero “uno no se raja”, pues “la chamba es la chamba”. Con esas lecciones creció entre palabras soeces y el permanente aroma a alcohol.

 

Una y otra vez les escuchó decir que para ser respetado se necesita dinero e infundir temor. “Ningún riquillo está por encima de ti, esos la han tenido todo fácil, se los regalaron, lo heredaron y tan corruptos ellos como nosotros”.

 

Gustavo y su hermanita Bianca, no querían pertenecer del todo a ese mundo, porque dolía y a la vez se sentía como una prisión; así que jugaban a cosas distintas, al día de campo, a la cocinita, al futbol y al veterinario. A los 7 años Gustavo encontró un cachorro en la calle que lo siguió y lo siguió, confiando en él como nunca nadie lo había hecho, lo llamó “Parches” porque estaba lleno de manchas que no combinaban entre sí, unas pintas y otras rayadas; sabía que no le permitirían tenerlo, así que le llevaba al baldío pedazos  de tortilla seca, restos de arroz y otros desperdicios; sólo su hermana Bianca era su cómplice, ella incluso llevó una caja y una vieja cobija, para hacerle una especie de cuna donde pudiera dormir.

 

Un mal día, uno de sus tíos descubrió a Gustavo platicando con el perro como si fuera un amigo, y así simplemente, se lo mató de un plomazo “porque un hombre no se anda con mariconadas, debe aprender a ser de sangre fría”. Fue entonces cuando Gustavo perdió su nombre, nunca permitió que nadie más lo llamara así, ahora es “El Parches”.

 

Iba a la escuela a veces, hasta que lo corrían por mal comportamiento, por vender cosas que no debía, por traer una navaja o porque tenía “chamba”. Todo el tiempo ha escuchado lo que los otros tienen y él no, que eso de los valores es cosa de viejos y que nomás a los idiotas les importan los demás.

 

Ha visto a su padre golpear a su madre y a su hermana, ha visto a su hermano mayor golpearlas también. Bianca, con 13 años no pudo más, tuvo el valor de apostar a que existía una vida diferente y se fue un día para no volver, nadie supo a dónde y tampoco importaba.

 

A sus 16 años, “El Parches” se sabe un chico listo, porque a él nadie le ve la cara nunca y ha sabido hacerse de “sus cosas”: unos sneakers Jordan, un Iphone de los chidos, una cadena de oro como la de Tekashi69, cuatro tatuajes y un buen stock de “Bukana”.

 

Nomás que con esto del inche virus y la cuarentena ha estado baja “la chamba”, la gente no sale y “de qué vamos a vivir”. La verdad es que él ha estado tantas veces tan a centímetros de la muerte, que ni le tiene miedo al virus.

 

La ruta 37 más o menos tiene gente, no es la suya, quizá tenga que rifarse un tiro con alguien por eso, pero no hay más que hacer. De un salto aborda la combi empuñada el arma.

 

“¡Hoy es su día de suerte, ya se los cargó el payaso, vámonos, sin hacer panchos porque me los trueno, sus cosas aquí, carteras, celulares, otros aparatos, nada de basura que ya me la sé; rapidito, rapidito que no vengo a perder su tiempo!”

 

Las caras pálidas de todos, el cuerpo frío, la mirada en el suelo, las manos temblando buscando torpemente sus pertenencias.

 

-¡Yo te ayudo!- Dijo ella.

 

Volteó completamente desconcertado y descubrió a una chica joven cargando a un bebé en brazos.

 

-Ni saquen sus cosas señores, que no le hacen falta. Mira aquí tienes mi cartera, lo de la leche de mi hijo, y también mi celular, es barato pero apenas lo compré, está casi nuevo… Ah y también las llaves de mi casa, vivo en una vecindad, pero una tele de las viejitas y una licuadora sí tengo; digo, por si necesitas tener y tener más cosas, ya sabes “la chamba es la chamba”.

 

Mientras la joven hablaba la veía fíjamente y justo cuando dijo la frase familiar, sólo respondió.-¡Bianca!

 

-Ándale, llévate todo, ¿quieres robarle a los ricos?, róbale a la familia, ellos tienen; estas personas andan trabajando y arriesgándose, andan en combi, no tienen lana, ¿qué no ves?

 

“El Parches” quería por costumbre mentarle la madre a la pasajera para apaciguarla, pero la verdad es que la mirada se le iba al niño que su hermana llevaba en brazos. Ella adivinó la pregunta que él guardaba: “No, no voy a volver, no quiero que mi hijo sea como ustedes; pero si necesitas algo, me llamas.” Bianca anotó lo más rápido que pudo y ante los rostros sorprendidos y petrificados de los pasajeros, su número en un pedazo de servilleta. “Aquí te bajas”, dijo Bianca cuando el chofer paró por inercia en el semáforo.

 

Pasaron los días, una y otra vez veía el pedazo de servilleta con una extraña sensación parecida a sentirse derrotado. Recordaba la mirada de su hermana dándole el número y las llaves de su casa, era la misma confianza de su perro, se sentía raro, pero cálido y a la vez dolía. Su hermana es una joven madre, vaya sorpresa, y eligió una vida diferente.

 

No ha perdido el pedazo de servilleta, lo trae siempre en la cartera. En qué trabajará Bianca, no ha de ganar tanto pues se arriesga a salir en plena cuarentena con todo y bebé… Su sobrino, por cierto. Ha pensado ir a verla, ayudarla; pero sabe que ella no lo aceptará a menos que junte el valor de volver a ser Gustavo.

 

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, realizada por el Inegi, en 2018 se reportaron 33 millones de delitos, siendo el más cometido el robo en la calle o transporte público. Los datos anteriores son alarmantes, pero cobran una dimensión preocupante si se toma en cuenta que el 25% de los delitos cometidos fueron realizados por personas menores de 25 años de edad.

 

No es tarea fácil encontrar soluciones ante una problemática de tal envergadura, hacen falta organizaciones dispuestas a apoyar a jóvenes que quieren salir de la delincuencia; de momento, se analiza la posibilidad de incorporar a jóvenes en conflicto con la ley al programa Jóvenes Construyendo el Futuro.