Una buena profesión

Margarita Lignan Camarena

A Saúl le encanta dibujar, desde pequeño sus ojos se han llenado de color y de formas; cada cosa que mira, para él tiene infinitas posibilidades de transformación e interpretación, lo que ve, más que figuras son símbolos, tiene tanto por decir, por expresar, por proponer.

 

Para él las imágenes pueden transformar las emociones, si uno está triste, nada como el verde; en cambio ante la irritabilidad o la ansiedad, una gama de azules puede devolver la calma. Aún no sabe cómo emplear lo que sabe, lo que intuye, pero no se imagina haciendo otra cosa.

 

Sus papás no están tan de acuerdo, ni sus tíos, ni su padrino, todos le han dicho “¿y de qué vas a vivir?”, “nadie contrata dibujantes, eso es un pasatiempo”, “hay mucho diseñador desempleado, ¿qué no has visto a Chucho que mejor se puso a vender aguacates y apenas saca lo del día?”.

 

Saúl se siente inquieto, no se imagina haciendo otra cosa, a sus 17 años a veces piensa que es tonto, torpe, incapaz; pero también, ante tanta descalificación de lo que ama, se siente profundamente agredido, aunque el objetivo de su familia sea aconsejarlo. Pasa por su cabeza un listado de profesiones que va descartando: “¡Computación, estudia computación, redes, esas cosas que son lo de ahora!”, “Turismo también podría ser, ya ves tu primo que hasta se fue a vivir a Cancún para trabajar allá”, “Maestro como tu mamá, así te jubilas pronto y tienes tus prestaciones al menos”.

 

En su cuarto, escondido de su familia, saca lápices de color y acuarelas; sobre una página en blanco el caos de su mundo se va poniendo en orden. Él mismo se sorprende de la facilidad con que vuelan sus manos, como si le fuera natural, simplemente es algo que en él ya existe, que fluye y cobra vida. Pone música de fondo, acomoda su cuerpo, ahora en ángulo, ahora de pie, ahora inclinado. Cuando dibuja el mundo de lo imposible desaparece, cree en sí mismo y se llena de alegría.

 

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Andrea, la mamá de su amiga Maura le cae muy bien, Maura también dibuja y su mamá la motiva a tener confianza en sus propias decisiones, le ha pagado algunos cursos bastante económicos porque no tienen mucho dinero y la alentó a abrir una página con sus diseños que imprime en unas bolsas de tela que hace su abuelita. Su tío Jaime las apoya comprando el material y las impresiones, le pareció bonito que Maura haya incluido a su abuelita a ese pequeño negocio que, aunque hoy es sólo una prueba, hace que abuela y nieta cada mañana se sientan entusiasmadas y productivas.

 

— Es que no sé cómo voy a hacer para ganar dinero, por eso a lo mejor estudio computación, aunque no me guste.

 

— Mi querido Saúl, te voy a decir una cosa según mi propia experiencia, para trabajar y ganar dinero se necesita pasión, que te encante lo que haces, porque pasarás la mayor parte de tu tiempo haciéndolo. Yo estudié para secretaria porque me obligaron, en aquella época era una opción, pero siempre me gustó hacer pasteles, pedí un pequeño crédito y empecé vendiendo en cafeterías o para las fiestas de mis amigas, ganaba dinero muy ocasionalmente porque además no tenía tanto tiempo disponible, porque trabajaba en el despacho, pero me prometí no gastar un peso de los pasteles y ahorrar, fui mejorando y mejorando; un día dejé mis fotos a un salón de fiestas infantiles y poco a poco, cuando me di cuenta, ya los pasteles me estaban dando lo suficiente para decir adiós a mi trabajo y dedicarme de tiempo completo. Lo hice con mucho, con muchísimo miedo de fallar y no poder sostenerlo, pero me dije que prefería intentar salir adelante siendo feliz que resignarme a sobrellevar la vida estando triste todo el tiempo, porque eso si te digo, cuando a uno no le gusta su trabajo, se vuelve una carga pesadísima que no te deja avanzar más.

 

 

Así, mirando el techo, a Saúl le llegó una idea, quiere dar terapia de arte, mostrar a las personas lo que él ha encontrado en las formas y colores. Las palabras de Andrea le hicieron mucho sentido, ahora se siente fuerte, entusiasmado, seguro de que la pasión que hay en su corazón es una fuerza que le irá dando luz para encontrar el camino que lo llevará a salir adelante.