El pasado, ¿quedó atrás?

Margarita Lignan Camarena

Parecería que tomar decisiones es muy fácil, todo mundo me da consejos al respecto; pero yo no sé qué pensar, sé que me critican, pero según yo, estoy haciendo lo mejor.

 

Me casé con Rubén hace mucho tiempo, como 10 años y tuvimos una hija, Esmeralda. La vida se volvió un problema porque Rubén es alcohólico, cuando lo conocí, no le di mucha importancia, sí veía que tomaba mucho, pero nunca pensé que eso fuera para tanto, hasta que comenzó a perder a cada rato los trabajos y me dejó con toda la carga económica; tuve que apoyarme con mi mamá para que me ayudara a cuidar a Esme mientras yo trabajaba. La niña ha crecido muy acostumbrada a su abuelita, quien desde chiquita la lleva y la trae de la escuela, la baña, le hace de comer y hasta le ayuda con las tareas, porque mi mamá fue maestra y le entiende a eso.

 

Poco a poco se la fui dejando, Esme siempre ha estado más cómoda con ella, yo la verdad, no soy de mucha paciencia y a los temas de la escuela ni les entiendo, y pensando en que la niña tuviera más estabilidad y se sintiera más cómoda, decidí dejarla con mi mamá entre semana y pasar por ella los fines para verla.

 

Mi mamá se la pasa peleando conmigo, dice que eso no debe ser así, que mi hija me necesita y que ella ya se siente muy cansada; pero mira, como lo veo yo, estoy muy presionada con trabajar todo el día, para qué voy a traer a la niña de aquí para allá corriendo, si puede estar más tranquila con su abuelita; además, a mi mamá le sirve de compañía, y yo por supuesto las proveo económicamente de todo a todo.

 

Hace unos meses conocí a Luis, él trabaja en la misma compañía que yo, pero en otro departamento, es un hombre cariñoso y responsable, también muy alegre y divertido; la verdad, es que estoy muy enamorada. Me propuso que nos fuéramos a vivir juntos, pero no sé cómo decírselo a mi mamá sin que me arme otro drama. Pienso que tengo derecho a rehacer mi vida con este hombre maravilloso, sólo que nos iríamos a vivir a otro Estado y no puedo llevarme a Esme porque en su plan nunca ha estado tener hijos; además, para qué desequilibro a la niña, si como te digo, ella ya está muy hecha a la vida con su abue; eso sí, vendría a verlas cada mes o cada mes y medio, y desde luego que seguiré enviándoles dinero.

 

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Quiero que estén contentas por mí, y aunque así lo dicen, no lo están; además como te decía, algunas de mis amigas me critican y hasta me han dejado de hablar, otras dicen que estoy en todo mi derecho de dejar el pasado atrás y construirme una nueva vida, que al fin Esme ya está grande y podrá entenderlo.

 

Yo quiero mucho a mi hija, pero mira, al final los hijos emprenden su propio vuelo y yo no quiero quedarme sola, me siento muy querida y apoyada con Luis y no acepto renunciar a eso. 

Mi mamá dice que si mi decisión fuera acertada yo no estaría dudando tanto, que me sentiría tranquila, y que ejercer mis derechos afectando a los demás y suponer lo que para otros es bueno, sin preguntarles, es una forma de violencia. ¿Tú qué opinas?