Repartiendo respeto

Conforme va avanzando la nueva normalidad, y que el semestre ya acabó, me puse a investigar de qué manera podía empezar a apoyar en mi casa, ya que los ahorros de mis papás cada vez se están acabando y con su salario apenas alcanzan a cubrir los gastos necesarios.

 

Después de unos minutos de estar checando en internet algunas posibilidades para ganar unos pesitos, encontré que hay servicios de comida por aplicación, en los cuales podía empezar a trabajar.

 

De inmediato ingresé mi solicitud, y a los pocos días recibí la notificación de que fuí aceptado para comenzar como repartidora.

 

El primer día me sentía muy entusiasmada, ya que ésta era la primera vez en la que trabajaba y tenía muy buenas sensaciones. De pronto, llegó a mi teléfono la notificación del primer pedido que debía entregar; así que me subí a la bicicleta y comencé a pedalear rumbo al restaurante donde debía recoger la comida.

Llegúe por las dos órdenes de molletes que marcaba la aplicación, y de inmediato tomé rumbo a la dirección en la que debía hacer la entrega.

 

Al cruzar el semáforo de Paseo de la Reforma e Insurgentes, un señor de la tercera edad se me atravesó mientras yo iba a todo lo que daba en la bicicleta…

 

— Fíjese señor, qué no ve que vengo en la bicicleta

— De qué le sirve usar esos lentesotes si no se fija al cruzar la calle

— Si ya no ve, mejor quédese en su casa y nos evita problemas a los demás

Después de esto, continué pedaleando ya que no quería discutir con ese señor, y tampoco quería llegar tarde con mi primera entrega.

 

Una vez que entregué los molletes, y mientras esperaba a que llegara un nuevo pedido, me puse a recapitular sobre la situación que había tenido con aquel señor de cabello totalmente blanco.

 

A mi mente llegó el rostro del señor al que increpé, y pude notar cómo con cada palabra que yo decía, su aspecto comenzó a volverse triste y cabizbajo. Después de darme cuenta de esto, me arrepentí ya que sin motivo alguno, agredí verbalmente a ese señor sin conocer la situación en la que se encontraba.

 

 

Los insultos, amenazas, juicios, críticas degradantes y gritos son una forma de violencia verbal. Este tipo de violencia llega a generar en las personas que la sufren, afectaciones como:

 

  • Baja autoestima
  • Depresión
  • Ansiedad
  • Ataques de pánico
  • Fobias 
  • Estrés 

 

La violencia verbal puede ejercerse tanto contra mujeres como contra hombres. Por ello, es importante fomentar en cualquier ámbito las relaciones basadas en la igualdad y el respeto.