La calesa

Margarita Lignan Camarena

Acá en Yucatán dicen que estamos en un semáforo naranja que parece verde, veo que poco a poco la gente vuelve a sus actividades, a tomar su agua de chaya en el parque, a visitar a los compadres; claro con tapabocas y gel anti bacterial en mano; pero también noto que hay mucha gente enojada por todos lados, eso sí, es de entenderse, porque se han perdido empleos, negocios y peor aún, vidas.

 

He estado vuelta y vuelta en mi cabeza preguntándome ¿cómo volver?, al leer las noticias, parece que los gobiernos del mundo tampoco saben cómo; quizá esta vez no hay instructivos, ni siquiera un chamán que nos dirija, nadie que haya dado en el blanco y pueda bien confiado decirnos como hacerlo; así que cada uno va haciendo lo que se le ocurre. Para mí es muy claro que es tiempo de hacerlo diferente, de inventarnos un nuevo camino entre todos.

 

Con la cuarentena he extrañado mucho a mi gente, a mi familia, a mis amigos y por supuesto a mi chichí…Bueno, nos hemos reunido virtualmente, pero ¿sabes?, la energía no es la misma; tomamos fotos a la pantalla y nos vemos agüitados, aunque he de confesarte que me encanta observar por las pequeñas ventanitas de las cámaras encendidas un pedacito del mundo de cada uno: su hamaca en el fondo, una campanilla azul crecida, el jarrito con agua y hasta la guitarra recargada; aunque claro, también hay quien mantiene su cámara apagada y yo de primer momento siento que me cierran la puerta, pero también comprendo que hay que respetar.

 

He salido muy poco, a la compra, a la farmacia, a simplemente caminar y respirar otro aire, pero donde quiera hay accidentes viales, impaciencia para guardar la sana distancia, personas que no usan tapabocas, gente malhumorada.

 

Tras tanto encierro, quiero que mi nueva normalidad sea mucho más cálida, más amable y segura; así que inventé un proyecto que espero que contagie a mucha gente, se llama “La calesa”, en honor a esos hermosos coches en que a todos nos gusta pasear; la idea es que todos nos sintamos motivados a participar, como en día de fiesta, porque la verdad es que en comunidad hacemos mucho más, por ejemplo, yo me siento mucho más motivada para hacer ejercicio cuando estoy en grupo que ahora que he tenido que hacerlo sola en casa.

 

La calesa” es un club de lectura, por ahora nos reunimos virtualmente, pero espero pronto hacerlo en un lindo café al aire libre o compartiendo nuestras casas, hay muchas bellas historias escritas por grandes autores que me han motivado a crecer; a conocer otras costumbres y a pensar diferente, por eso quise compartirlas y descubrir otras nuevas.

 

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Otra buena idea que me vino a la mente es que la contraparte de la agresividad es la generosidad, así que en “La calesa” además de leer, participamos en algún proyecto altruista, cada quien da una idea de un lugar en el que podamos colaborar, sobre todo con acciones, porque la verdad dinero no tenemos mucho, pero sí te puedo decir que lo poco que hemos hecho ha sido muy enriquecedor, conseguimos por ejemplo en donación unas máquinas de coser viejitas pero servibles y se las llevamos a las personas mayores del asilo, ellos están haciendo tapabocas y bolsas para el mandado; así van teniendo un poco de recursos y se motivan cada mañana a levantarse sintiéndose productivos; además quiero contarte que dos jóvenes de “La calesa” les hicieron una página web y les ayudan a venderlos.

 

La generosidad es un lindo regalo no sólo para quien recibe, sino también para el que aprende a dar sin ser retribuido, por el puro gusto pues, eso va transformando el enojo con los otros en empatía y paciencia, además nos baja la ansiedad porque implica dejar un poco nuestras aceleradas vidas y tener tiempo para otros.

El lema de “La calesa” es “Leer, creer, crear”, pues la lectura que nos ha reunido como amigos, también nos está llevando a la acción social.

 

Estamos tan contentos que esperamos contagiar a mucha gente que se reúnan con cualquier motivo, virtual o presencialmente, para hacer de esta “nueva normalidad” un espacio mucho más amable, menos acelerado, libre de violencia, respetuoso de las distintas formas en que habremos de volver, pero sobre todo, muy pero muy disfrutable.