¿Esto es mío o de quién?

Margarita Lignan Camarena

Vas a decir que estoy bien loca, pero a veces en mi cabeza suenan voces que no son mías, con las que llego a confundirme. Mira te explico, por ejemplo, mi abuelita Tere, la mamá de mi papá, siempre decía que “las mujeres deben ser rogadas, no rogonas” y gracias a esa frase, cuando yo era muy joven y comenzaba a ir a fiestas, me llegaba a pasar que conocía a un chico que me caía bien o que me gustaba, y simplemente ni le hablaba porque sonaba esa frase en mi cabeza e inmediatamente me convencía, como si esas palabras fueran idea mía.

 

Hay otras frases que de pronto se me aparecen, por ejemplo, la de mi tía Martina, la hermana de mi abuelo materno que decía “es una buena mujer la que barre su casa al amanecer” y entonces, cuando por una razón u otra tengo que salir casi volando al trabajo, ahí me tienes, culpándome todo el día porque me fui sin tender la cama.

 

Y ni te cuento lo que me pasó con las frases de mi mamá, como la de “todos los hombres traicionan”, la cual explica perfectamente el hecho de que actualmente no tenga pareja, ¿sabes?, mis relaciones han sido casi fugaces, pues prefiero terminarlas antes de que me traicionen.

 

A veces me descubro obsesionada con no usar nada de color naranja porque Juan, mi hermano mayor, se la pasa diciendo que atrae la mala suerte, o echo la sal que cae en la mesa por detrás de mi hombro, como lo hace mi papá.

 

No es que me parezca mal tener algunas mañas familiares, a veces son hasta pintorescas, pero otras, con el tiempo me van estorbando más y más; por eso ahora, cada vez que una frase se me aparece me pregunto: ¿es mía o de quién?, ¿realmente estoy de acuerdo con ella?, ¿son palabras que me impiden hacer algo o me permiten avanzar?

 

Quizá parezca trivial, pero ¿sabes cuándo de plano tuve que poner un límite a estas frases?, cuando me vi repitiéndolas a mis hijos; basta que me hagan enojar o que algo de lo que hacen me de miedo para que se detonen en automático en mi cabeza y salgan por mi boca. No me gusta, no me gusta nada, porque muchas de ellas lastiman y limitan; estoy segura de que mis ancestros no reflexionaron en esto y las repitieron queriendo darme una enseñanza, pero ya que yo me he dado cuenta, es mi responsabilidad cambiar el curso de las cosas.

 

Te puede interesar: Pobrecita de mí

 

Una vez mi hija Maribel que es adolescente, se fue a una fiesta, cuando pasé a recogerla a la hora acordada no salía y no salía ni me contestaba el celular; cuando por fin apareció, casi una hora más tarde, yo estaba muy enojada pero también muy asustada; la primer frase que vino a mi mente para decirle fue: “mira chamaca, aprende que mujer recatada, mujer codiciada”; pero justo a tiempo me acordé que cuando mi madrina me la decía, yo me sentía tratada con desprecio; así que me callé justo a tiempo. Claro que después hablé con mi hija, pero una cosa es marcarle el límite y otra ofenderla.

 

En otra ocasión mi hijo Luis me estaba contando que se sentía muy triste porque su novia y él estaban teniendo muchas diferencias y ya se habían peleado fuerte un par de veces; estuve a punto de decirle “es que los hombres son más de la razón y las mujeres más del corazón”; pero alcancé a darme cuenta de que con eso le daría a entender que sus sentimientos no importaban. Esta frase ni sé de dónde la aprendí, pero al preguntármelo me di cuenta que no es mía porque yo considero que tanto hombres como mujeres tenemos momentos muy emotivos y otros muy racionales.

 

Apenas el martes pasado me encontré con mi vecina, como no nos habíamos visto hace meses me platicó que ya es abuela y que su nieto “está morenito pero bonito”; también me dijo que con la pandemia han tenido muchas dificultades económicas porque “nunca falta un prietito en el arroz”.

Existen muchas frases que hemos aprendido y que repetimos como verdades, sin cuestionarlas, sin preguntarnos si realmente creemos en lo que dicen o en si ofenden a alguien.

Hoy quiero cambiar, crear mis propias frases, unas que me hagan sentir bien y que motiven a otros; elijo estar atenta a esas voces que se disparan solas para preguntarme si creo en lo que dicen.

 

¿Te ha pasado que dices frases que ni son tuyas y en las que realmente no crees?