5:30 de la mañana era el horario indicado en la alarma de Erika. Desde temprano sabía la rutina: despertar a los niños, preparar el desayuno, ayudarles a encontrar las cosas y apurarse para el trabajo.
Había intentado que sus hijos le ayudaran:
-Martín, saca a pasear al perro. Pero llévate el cubrebocas ¡eh!
Aunque sin ganas, a sus 13 años, Martín prefería salir que hacer cualquier otra cosa.
Mariana, la hija de 15 años, entró a la cocina:
-Necesito que pongas la lavadora
-Pero ya lavé los trastes de la mañana
-Sí y yo cociné y lo volveré a hacer, así que ayúdame.
Mariana se fue replicando, pero sin opción. Al rato llegó Martín con el perro y contó que se había encontrado un señor muy chistoso.
-Seguro te divertiste ¿no?, dijo Mariana
Erika se dio cuenta que algo molestaba a Mariana,
-¿Por qué estás enojada?
-Porque siempre le pones las tareas divertidas a Martín y a mí siempre me toca lavar
Sin respuesta, Erika sabía que algo no esta bien en la forma en la que distribuía las tareas. Así que volvieron a pensar en qué actividades realizaría cada uno, y acordaron hacerlo de forma rotativa; algunos días, Martín lavaría trastes y Mariana pasearía al perro; así sería más amable para todos.
La distribución de las tareas en el hogar debe crear un espacio armónico y en el que se puedan desarrollar acuerdos.
Los Centros de Comunidad y Aprendizaje (CECODAP) sugieren que te preguntes:
¿Cuáles son las tareas que se necesitan, cuántas personas vivimos en el hogar, de qué edades, con qué tiempo disponen?