El claro del bosque

Margarita Lignan Camarena

Cuando Raquel comienza a gritar que no puede más y que va a suicidarse, Maritza, su hija, quiere “hacerse ojo de hormiga”, desaparecer de la escena, no presenciarla, no estar ahí, y no es que en realidad crea a su madre capaz de hacer tal cosa, sino que le parece insoportable la sensación en el pecho de una carga abrumadora, como si Raquel tratara de cobrarle sus propios fracasos, como si exigiera a su hija que le repare el montón de fracturas emocionales que se hizo en la vida.


Luego todo pasa, tras un par de días; Raquel actúa como si nada, como si todo aquel escándalo hubiera sido un simple dolor de estómago que ya quedó atrás. En cambio, para Maritza, pasan muchas cosas: siente vergüenza, se siente utilizada, desesperada e inútil, pero no dice nada, siempre elige callar “para no hacer más grande el problema”, intenta dejarlo pasar… Pero la verdad es que no pasa, se queda.

 

Acaba de llegar su hermano “El Bibi”, como le decían de bebé, completamente drogado y agresivo, Maritza, en cuanto lo escucha subir por la escalera, corre a su recámara para encerrarse; aunque cada vez eso es más difícil, pues en otras ocasiones “El Bibi” ha roto la chapa, incluso el pasador que puso Maritza, y tras tantas patadas ya la puerta está vencida y no cierra bien. Esta vez la atranca con el escritorio y se sienta sobre éste para hacer más peso a manera de barricada.

 

-¡Mira nomás cómo vienes, y seguro no traes lana! ya te he dicho que aquí lo que se necesita es dinero, ¿Entiendes? D-i-n-e-r-o, me vale cómo lo consigas, saliste ratero igual que tu padre, qué le vamos a hacer y por lo visto quieres acabar igualito, perdiendo el tiempo con vagos que al final, lo traicionaron y lo mataron.

 


Al escuchar a su madre, “El Bibi” siente rabia, no le gusta que hablen así de su papá; esas palabras lo lastiman, lo hieren tan profundamente que estalla y se va directo a buscar a su hermana para golpearla por haber nacido mujer, porque si hubiera sido hombre lo ayudaría a ganar dinero, serían camaradas, pero “siendo vieja ni cómo, no se puede, las mujeres no sirven para nada”. Apenas un rato después, siente que necesita urgentemente sacar la culpa de su cuerpo porque lo está lastimando como un montón de puñales que pretende anestesiar con tequila. Extraña a su padre, le encantaba andar con él por todos lados, para “El Bibi” su viejo “había cometido algunos errores”, pero era un tipo alegre, aventurero y claro, mujeriego; eso es lo que en realidad conserva tan iracunda a Raquel.


Una y otra vez estas escenas se repiten en la vida de Maritza, su mente da un sinfín de vueltas tratando de resolver, ha pensado en ir con su hermano a robar, quizá así deje de golpearla, por supuesto también ha pensado en suicidarse primero, incluso hasta ha pensado en cobrar venganza, pero esa idea no le gusta tanto, le parece una idea torpe que la llevaría a perder la libertad y la ligereza que su espíritu anhela.

 

Dicen que todo lo que buscamos finalmente nos encuentra, y así, una tarde de tantas iguales, tratando de distraerse en sus redes con diseños originales para pintarse las uñas, encuentra el trailer de una película llamada “El claro del bosque”, sobre una chica que escapa de casa en busca de una vida diferente a la que parecía haberle tocado por destino; le da clic para ver la película completa y entonces se le revela una idea aparentemente tan obvia, que no sabe por qué nunca se le ocurrió.

 

Una nueva luz la ilumina por dentro, la energía de su cuerpo se va transformando, sus ojos buscan cosas que empacar y sus manos empacan, su mente pregunta “¿Cómo sobreviviremos?” y su corazón responde “Ya veremos, seguro que vamos a poder”.

 

Mira de lejos a su madre que se ríe de algo que pasa en la televisión y a su hermano que duerme en el piso, ausente de sí mismo. Antes de irse reflexiona en el significado de la palabra “traición”, pero no le hace sentido, se convence de que la única forma de sanar su linaje es escapar de ahí, e incluso, para consolar a su natural generosidad, se promete que regresará cuando sea más fuerte, cuando no les tema, cuando pueda aceptar que aunque esa es su familia, no necesita encaminar sus pasos hacia el mismo destino.

 

Hoy para Maritza también hay un claro en el bosque, y desde luego, alrededor un laberinto por explorar; sin embargo, sabe que ha llegado a un luminoso punto sin retorno, en el que la única opción es crecer y transformar lo que hasta ahora ha aprendido.

 

¿Te has perdido en un bosque de violencia, confusión o problemas?, ¿Alcanzas a ver dónde está la luz?