Caballo

Margarita Lignan Camarena 

Nací grandote, qué le vamos a hacer, mi mamá cuenta que al año y medio ya no me aguantaba y no me pudo cargar más. Siempre he sido el más alto y robusto de mis primos; así que aunque no soy el mayor, les hacía “caballito a todos” y los paseaba por la sala de casa de mi abue, les parecía tan divertido que se turnaban una y otra vuelta hasta que yo acababa agotado; de ahí se me quedó el apodo, porque apenas me veían llegar y todos gritaban “¡Caballo”!


Yo tendría unos 5 o 6 años cuando vivíamos en el pueblo, una vez a la semana íbamos al tianguis por las compras, vivíamos todos juntos en la casa familiar, la de mi abue, con mis dos tías y mi mamá; así que nunca faltaba alguna que me dijera: “Caballo, ayúdame con la canasta del mandado.”


Luego nos vinimos a la ciudad, porque mi papá encontró trabajo de fijo en una empresa como obrero, se iba todo el día a trabajar y rentábamos un cuarto de azotea en un edificio de 7 pisos, yo estudiaba la primaria, teníamos una tiendita cerca en la que mi mamá compraba de cosa en cosa lo que se nos iba acabando, muy caro por cierto, no como en el tianguis de mi pueblo; pero eso sí, cuando se terminaba el garrafón del agua, seguro Caballo, era quien tenía que subirlo.


En la escuela también resulté ser el más grandulón, eso no necesariamente ha sido bueno, las maestras siempre me pedían que les bajara cosas de lugares altos, pero mis compañeros… ¡Supusieron que me encantaba pelear! A cada rato querían provocarme o que los defendiera de algo; bueno, hasta me usaban como amenaza: “Mira, vas a ver cómo te va a ir, Caballo es mi amigo y si te metes conmigo, te metes con él”. ¡Vaya cosa!


Mi verdadero nombre es Mauricio y lejos de gustarme pelear o cargar cosas, me gusta la poesía, me encanta; pero nadie lo supo durante mucho tiempor porque ya me veía yo en todo tipo de burlas y memes como “El caballo poeta”… Y pues no.


Tengo muchos libros de poesía, de Benedetti, de Neruda, de Huidobro, de Villaurrútia, León Felipe, Miguel Hernández y hasta de Octavio Paz; también de mujeres como Pízarnik, Storni, Sor Juana y Rosalía de Castro; pero a mis papás nuca les llamó la atención, como que pensaron que eran cosas de la tarea. Ahora estudio la secundaria y lo único que les importa es que tenga buenas calificaciones y que ayude con las tareas pesadas: “Caballo, mueve ese mueble”, “Caballo, ayúdale a tu papá a subir esas láminas”, “Caballo ve con la vecina que necesita acomodar unas cajas”. Ni siquiera me preguntan a qué dedico mi tiempo libre o qué es lo que realmente me interesa.


Hay una chica en la escuela que me traía como se dice “de un ala”, completamente enamorado, de su sonrisa, de sus ojos, de su forma de enojarse, de su modo decir “sí” y de su modo de decir “no”. No sólo a mí, a muchos les gustaba, y aunque soy muy serio, con tal de que me tomara en cuenta, me empecé a reunir con su grupito; ella jugaba conmigo a que yo era su “poste” y se trepaba, a que yo era su “oso” y me abrazaba, y hasta a que yo era su “gorila” y ahí me tienes haciendo para ella todo tipo de monadas; además de “cárgame la mochila”, “que el Caballo suba los chescos para la fiesta”, “mugre Caballo, hazme la tarea, al fin tú eres fuerte y nunca te cansas”. Yo la verdad, hacía de todo con tal de estar con ella.


Un día lanzaron una convocatoria entre todas las escuelas del sector para un concurso de poesía, dudé y dudé porque yo escribo como yo, no como los escritores que me gustan; pero quería probarme y escribí algo justamente dedicado a ella. 


Envié mi poema sin comentarle a nadie y ¿qué crees que pasó? Para mi propia sorpresa quedé entre los finalistas y me publicaron en la revista escolar, yo estaba que no cabía de emoción; pero sobre todo me urgía que ella lo supiera, ya me veía en un escenario de película donde después de leerle mi poema ella se lanzaba a mis brazos para confesarme que también me había amado desde siempre; pero no fue así, dijo: “¡Órale Caballo, resultaste bien sentimental, quién lo iba a decir!” Y luego empeoró… “¡Miren, miren, resulta que el Caballo es poeta, ja ja ja; tiene su corazoncito y todo”.



No fui más su amigo, ya no hubo Caballo que le cargara las cosas, que le abriera los frascos ni mucho menos que le escribiera poemas; un largo tiempo dejé de escribir a pesar de que mis maestros me alentaban, tampoco a mis papás les conté nada del concurso. ¿Sabes?, la voz de la poesía en mí es tan intensa, que pase lo que pase no se apaga; si gozo, escribo, si pienso, escribo, si sufro, escribo mucho más; así que como la primera vez me publicaron, me animé a participar en un concurso para una revista de poesía que vi en internet. Esta vez ni caso me hicieron, pero yo seguí queriendo que el mundo conociera mi voz y monté un blog,  luego comencé a subir mis poemas a redes sociales, siempre con mi voz y un videíto, nunca con mi imagen porque no quise seguir siendo objeto de burlas.


Entonces un día, recuerdo perfecto que era sábado en la mañana, porque cansado de estar encerrado salí a caminar al parque que está por mi casa, me encontré con otra compañera de la escuela, con Ana, que venía del súper con unas bolsas, me extrañó muchísimo cuando me dijo “Hola Mauricio”, hasta me saqué de onda, según recuerdo la conversación fue así:


– Hola Ana, ¿quieres que te ayude con tus bolsas?

– Ay, no, déjalo, yo ahorita me las llevo, ¿nos sentamos un ratito?, ¿cómo estás?

– Bien ¿y tú?, ¿te tocó venir por las compras?

– Sí, ya sabes, mi mamá me encargó unas cosas. Oye, quiero decirte una cosa.

– ¿Tienes algún problema, necesitas que te ayude?

– ¡Claro que no!, ¿por qué piensas eso?

– No sé, la gente me busca para que le ayude.

– Qué extraño, no, lo que quiero decirte es que me encanta como escribes y siempre leo tu página.

– ¿Mi página?, ¿cuál página?… Ah, el blog de poesía.

– Sí, me encanta.

– ¿Y cómo supiste que esos poemas son míos?

– Pues porque eres Mauricio Gutiérrez ¿no?, el que ganó en el concurso de sector, me fascinó tu poema y desde entonces he buscado en la red cosas tuyas y así di con tu blog.

 

Ana nunca me ha dicho “Caballo”, no piensa que soy un caballo, para ella soy Mauricio, el que escribe poemas; desde ese día, mis versos cambiaron de destinataria, pero no sólo eso, gracias a la forma en como ella me ve, se transformó también la forma en que yo me veía a mi mismo

Ya no soy Caballo, el que carga de todo para todos. Ella me ayudó a reconocer que soy Mauricio, aprendiz de escritor.