¡Ponte abusado!

Margarita Lignan Camarena

Desde chiquito yo siempre quise enseñarle a mi hijo a ser bien abusado, para que nadie le viera la cara nunca, porque la verdad es que luego hay cada gente que…

 

Por ejemplo, un día que fuimos a la fiesta de mi sobrino, a la hora de la piñata, ya se habían formado todos los niños y el mío se quedó hasta atrás, porque según él le daba miedo que lo aplastaran y lo pisotearan a la hora de ir por los dulces; yo me sentí más que afligido, enojado, porque la verdad pensé “así cómo va a salir adelante en la vida”, entonces lo jalé de un brazo, y así chillando y todo, lo hice que se pusiera adelante “por ser primo hermano del festejado”, para que saliera con ventaja a la hora del reparto de los dulces; no le gustó mucho pero según yo, así lo estaba educando.

 

Al ir en el carro ya me era usual gritar improperios o tocar el claxon a cuanto conductor o peatón se me atravesara, por nada los dejaba pasar, “nada de uno y uno, si yo ya voy en la fila no tengo por qué dejar pasar a nadie”— Pensaba- Y me hacía como que no los veía para seguirme de frente, porque este mundo es de los listos.

 

Una vez en la entrada de la tienda de la esquina nos encontramos un rollito de billetes tirados, no era mucho; pero al menos para ir al cine con todo y palomitas sí nos hubiera servido. Lo levanté rápidamente y me lo guardé en la bolsa, me apresuré a comprar mis cigarros y nos fuimos. Gustavo me dijo:

 

— Papá, pero ese dinero no es tuyo ¿no?

 

—Pues tampoco es de nadie ¿no?, somos muy suertudos.

 

Dos cuadras más adelante una señora mayor buscaba entre su bolsa del mandado y en los bolsillos de su suéter.

 

— Papá, se me hace que el dinero es de esa señora.

 

— ¿Tú como sabes?, a lo mejor perdió otra cosa, tú síguete de largo y no vayas a decir nada, porque obviamente si mencionas el dinero, dirá que es suyo y nosotros como tontos tendremos que dárselo.

 

¿Y qué crees que hizo Gustavo?, justo al pasar junto a la señora:

 

— Buenas tardes señora, disculpe, la veo preocupada, ¿la puedo ayudar en algo?

 

— ¡Ay joven, es que acabo de perder el dinero para mi compra!, ya estoy tan vieja, no sé ni qué es lo que hago, pero estoy segura que lo traía por aquí.

 

— No se preocupe señora, así pasa, bueno, pues buena suerte y que lo encuentre…. — Dije yo, y jalé a mi hijo como la vez de la piñata, pero para que ya nos fuéramos de ahí; a lo mejor se trataba de otro dinero y yo no quería perder mi día de suerte.

 

— Oye papá… ¿no será aquel rollito que dejamos en la tienda por si volvía el dueño o deña? — Dijo el chamaco en voz alta.

 

— ¡Un rollito!, sí, justamente, yo lo traía con una liga rosa… ¡Ay qué bueno que lo encontraron, soy tan afortunada, que el cielo los colme de bendiciones!

 

— Papá, ¿por qué no te adelantas a la tienda por…”el rollito”, mientras yo acompaño a la señora de regreso por su dinero y por sus compras.

 

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Mi hijo y yo hablamos, me dijo que a él no le parecía que “ser abusado” fuera lo mismo que abusar de los demás; sino que para él se trataba de hacer uso de sus derechos sin pasar por encima de los de los otros. Te he de confesar que al principio fingí sentirme enojado, pero en realidad, en el fondo me sentía avergonzado porque sabía que Gustavo tenía razón.

 

Al final le mostré a mi hijo que es de listos reconsiderar, cambiar de opinión y sobre todo de actitud, que ponerme abusado también incluye hacer caso a sugerencias e ideas positivas que nos permitan vivir en una sociedad mejor.