La incredulidad es nuestro peor enemigo

Héctor es un señor de 53 años y es dueño de dos verdulerías. Él no creía en la existencia del coronavirus hasta que enfermó.

En el día 36 de la cuarentena Héctor salió de su casa como todos los días a las cuatro de la mañana rumbo a la Central de Abastos de Iztapalapa para surtrise de mercancía para su negocio, sin saber que ese día le cambiaría la vida.

Todo trasncurría de manera normal, Héctor regresó a sus verdulerías para abastecerlas de frutas y verduras y la jornada laboral concluyó sin novedad. Al llegar a casa, su esposa Mary ya lo estaba esperando con un plato bien servido de mole de olla que tanto le gusta.

Minutos antes de ir a la cama a descansar, Héctor comenzó a estornudar en repetidas ocasiones y al cabo de 40 minutos, empezó con una fiebre mayor a 39 grados.

Ante esta situación, Mary y sus hijas llevaron a Héctor de inmediato al hospital de urgencias.

El diagnostico de los médicos reveló que Héctor había dado positivo por coronavirus. No supo en qué momento pudo contagiarse, lo único que sabía es que ahora él era un caso más de este virus del cual no creía en su existencia.

“Así cómo Héctor, miles de personas que acueden a mercados, tianguis, o tiendas de autoservicio, se encuentran en latente riesgo de contagio, debido a que no se están atendiendo las medidas de prevención emitidas por las autoridades”.

 

Hasta la fecha las autoridades de la Ciudad de México han confirmado seis casos positivos por Covid 19 en la Central de Abastos de Iztapalapa, de los cuales tres han resultado en decesos. Si tomamos en cuenta la enorme cantidad de personas que acuden a este recinto, estamos ante una bomba de tiempo que detonará un contagio masivo.

Casos como el de Héctor nos demuestra que debemos aplicar de manera rigurosa la política de sana distancia y cumplir las medidas de sanidad en mercados, tianguis o cualquier espacio público.