Un termómetro muy útil

Un termómetro muy útil

Ainhoa Suárez Gómez

La semana pasada a la entrada de la Facultad me recibió una de las chicas del colectivo feminista de alumnas. Yo ya la había visto antes en una pequeña intervención que ella y sus compañeras habían hecho en el patio para denunciar el alto número de mujeres desaparecidas en nuestro país.

 

La chica nos dio a todas las personas que entrábamos por el pasillo central del edificio, sin importar si éramos mujeres u hombres, un separador de libros. Al principio vi la pequeña cartulina de reojo, pero no le presté mucha importancia. Conforme fui avanzando por el pasillo hacia mi salón de clases escuché a un chico que le leía a un compañero en voz alta la información que aparecía en el separador que los dos acabábamos de recibir. Decidí echarle un vistazo.

 

En mis manos tenía un “violentómetro”, que en una escala del 0 al 30 medía los distintos gestos de violencia hacia las mujeres. Empezando por las bromas hirientes, que son las prácticas de violencia menos graves, hasta llegar a casos extremos como el abuso sexual, la violación y, finalmente, el asesinato.

Violentómetro

Una de las cosas que más me llamó la atención es que yo creía que los actos de violencia más graves eran situaciones aisladas, pero este violentómetro me enseñó que todo empieza con pequeños gestos que violentan la libertad de las mujeres.

 

También puedes leer: Piropos que no son piropos

 

Es importante que tanto las mujeres como los hombres nos demos cuenta de que actitudes aparentemente tan simples e inofensivas como chantajear a nuestra pareja o prohibirle vestirse de una determinada manera, son actos de violencia. La violencia empieza con esas pequeñas actitudes que necesitamos identificar para poder erradicar de nuestra vida social.