Issac, un joven de 23 años, platicó con nosotros y nos dio permiso de compartir su historia:

“Yo soy Issac, crecí con mis papás y soy el mayor de tres hijos, yo recuerdo que cuando éramos chiquitos, mi jefe nos pegaba si sacábamos un siete en la escuela; igual nos tocó ver varias veces que ofendía o jaloneaba a mi ma’. Cuando empecé a estudiar la prepa, mi padre comenzó a decirme cosas como: “comportarte como hombrecito” o “si vas a ser el hombre de la casa, es mejor que no te vean de chillón”…

Todas estas cosas hicieron que durante mucho tiempo ni siquiera notara que lo que hacía estaba mal, que era violento; pensaba que era normal que cuando surgía alguna bronca, me miraban feo en la calle o decían algo que no me parecía, reaccionara con gritos y hasta golpes, así fuera mi familia, mis cuates o hasta mis amigas; también me di cuenta, cuando ya fui con una psicóloga del centro de rehabilitación, de que las frases que me decía mi jefe me afectaban incluso con mis chavas, porque yo no me daba la oportunidad de sentir, de verme “débil” porque ¿cómo?, si “los hombres nunca lloran”, y yo siempre me la creí, entonces haz de cuenta que cuando mis novias me pedían que fuera más tierno pos me enojaba también… Durante mucho tiempo escondí lo que sentía, excepto el enojo, la ira, porque explotar y fregar a los demás estaba bien, eso sí era permitido… Pa’ acabar pronto, haber crecido así, me hizo aceptar cosas que no están bien como los gritos, cachetadas o que me vigilen pero yo también hacía lo mismo, porque en serio que pensaba que así eran todas las relaciones y que era normal.”

Al igual que Issac, muchos otros y otras jóvenes son víctimas de violencia, ya sea porque la sufren directamente o porque en su desarrollo, presencian actos violentos en su entorno familiar.