Te lo digo por tu bien

Margarita Lignan Camarena

Raquel tiene una cita para un nuevo trabajo, ella misma está sorprendida de que se le presentara esta oportunidad, justo cuando mucha gente está perdiendo el empleo por culpa de la pandemia.

 

-Mamá, ya me voy a ver lo de la nueva chamba, ojalá haya suerte.

-¿Ya llevas tapabocas?, yo no sé por qué te citan en plena pandemia; quién sabe qué clase de trabajo será ése, pero eres necia como tu padre, a ver si no te enfermas.

-Tendré cuidado, lo prometo.

-¿Y por qué escogiste esa blusa?, como que te ves panzona, ¿no se te hace?, mira que feo bulto se te forma aquí. Yo te lo digo por tu bien, no para molestarte, para que pongas atención en esas cosas.

-Ahorita me la fajo bien, ya me voy porque se me hace tarde.

 

Ya en el metro, Raquel repasa lo que desea destacar de su currículo, pues no quiere verse insegura como la última vez que se amedrentó con las preguntas del entrevistador respecto al sueldo y acabó aceptando un salario mucho más bajo, fuera por completo de sus funciones. Se observa en las ventanillas de la puerta del vagón y le parece como que sí le queda un poco mal esa blusa y además está un poco despeinada.

 

De regreso, entra a casa descalza y con los zapatos en la mano para no infectar nada, se cambia, echa a lavar su ropa de inmediato y se mete a bañar.

 

-¿Cómo te fue?, no hayas comido alguna cochinada que te vaya a enfermar, ahorita no sabemos si los taqueros siquiera se lavaron las manos.

-No, no comí nada, ¿cómo crees?

-Pues ahí hay comida, pero como no estabas, ya está fría.

-Espero que me den respuesta en unos días, la verdad es que necesitan a alguien que hable inglés súper bien y yo lo hablo más o menos, pero ojalá haya suerte.

-Uy no, está muy difícil, ya cuando empiezan con los “requisitos indispensables”, si no los cubres, es casi seguro que no te dan el trabajo… Por cierto, ¿sabes quién me habló?, tu tía Meche.

-Ah ¿y cómo está?

-Mal, ¿cómo va a estar?, ya sabes que no se cuida y tiene lo de la diabetes, yo le dije: “Meche te vas a morir pronto si sigues sin cuidarte, o de menos te cortan una pierna, tú sabrás”.

-¡Ay mamá, qué ruda eres a veces!

-¿Cuál ruda? Ya sabes que yo no soy hipócrita, a mí me gusta ser sincera y decirle las cosas a la gente como son, en su cara.

 

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Miguel, el novio de Raquel, no ha venido a visitarla en toda la cuarentena para guardar la sana distancia; sin embargo, está al pendiente de ella y trata de darle ánimo diciéndole que si la llamaron desde la bolsa de trabajo seguro es porque su perfil les interesó aunque no cubra por completo el requisito del inglés.

 

Ella se siente mejor después de la llamada, estos días la han tenido muy inquieta. Decide ordenar su cuarto para pensar en otra cosa y pone algo de música, justo esa canción que la conecta con Miguel.

 

-Qué bueno que ya vas a ordenar ese cochinero, pero bájale a tu música mijita. Nomás te veo que andas toda enamorada de ese Miguel que quién sabe con qué te vaya a salir.

-¿Por qué dices eso?

-Los hombres son así, más vale que lo entiendas, nomás se quedan un rato con una, luego se aburren y se van. Te lo digo por tu bien para que no andes por ahí toda ilusionada; creyéndote que para ti las cosas van a ser diferentes.

Raquel quiere estallar en llanto pero se llena de prudencia, no comprende bien por qué se siente así, sólo reconoce que su mamá la lastima, y permitirse ser lastimada la hace enojar. No quiere una confrontación, tampoco es su intención contestarle mal, pero desde lo más profundo de su ser quisiera poder callar , esas frases que, supuestamente son “para cuidarla” pero que en realidad se multiplican en su mente como esquirlas destruyéndola, mermándola.

¿Tú qué opinas?, ¿la sinceridad vale más que la prudencia y la empatía?, ¿has escuchado alguna frase que te hayan dicho “por tu bien” y te haya herido?, ¿crees que en nuestra cultura solemos decir frases “de cuidado” que en realidad pueden lastimar a los demás?