La lente de la cámara

Margarita Lignan Camarena

– ¡Deja de estar con tanta tontería, ya debes salir a trabajar, un hombre de verdad no se anda cuidando como vieja!

– Pero papá, en todas partes dice que está el semáforo rojo y que no salgamos.

– Y tú que lo crees, ¿no ves que hay gente en la calle?, ¿no me ves a mí salir diario a ver asuntos de trabajo?… ¡Eso es lo que hacemos los hombres, no tus tonterías de “manualidades”!

 

Paco quiere llorar, pero no llora; tampoco dice nada, justo acaba de terminar de editar una foto para subirla a su página de Instagram, aplicó una nueva técnica que aprendió en un curso en línea y le pareció que la foto le había quedado genial hasta que Luis, su padre, habló.

 

Quiere ser fotógrafo, piensa que durante la pandemia puede aprovechar para aprender y luego, poco a poco, ofrecer sus servicios en agencias de publicidad. Por ahora cursa la prepa, su papá quiere que cuando termine, estudie Derecho para que sea abogado penalista como él.

 

Y tú, ya deja de andarte con esas cosas de que el muchacho te ayude a lavar los trastes, ¡caramba!, si yo te doy el gasto y te estoy manteniendo, mínimo, haz todas las cosas de la casa… A ver, ¿qué te falta?, no te falta nada ¿no?; entonces haz tu parte.

Papá, por favor no le hables así a mamá, las tareas de la casa nos tocan a todos, todos vivimos aquí.

¡Uy, nada más faltaba que también a mí me pongan a lavar los platos! Está muy cómodo que yo los mantenga a todos ¿no?

Escucha, sí voy a salir a trabajar, pero cuando el semáforo baje, al menos a amarillo; además necesito ponerle unas protecciones al carro para que sea seguro para mí y para los pasajeros, ya estoy viendo cómo hacer eso…

– Mira Paco, ya me hartaste, ya agarra tu coche que para eso lo compré, prende la aplicación y vete a trabajarlo, en vez de andar aquí de faldero.

 

 

El chico siente miedo, cuando era niño tuvo leucemia, sabe que su sistema inmune no es como el de cualquiera, pero no se atreve a defender su punto, su derecho a cuidarse; se siente “entre la espada y la pared”, obligado a exponerse al riesgo.

 

Su mamá quiere decirle que lo entiende, intercambian miradas, ella le toma el brazo en un gesto de complicidad y le susurra: “no vayas, esto nos tocó, hay que aguantar”.

 

Una vez que su padre se ha ido, regresa a la computadora, revisa nuevamente su foto, es un autorretrato en el que está concentrado enfocando la lente de la cámara; considera que algo más hay que ajustar en aquella imagen, pero no encuentra qué.  

 

Le pone un primer filtro que da nitidez y brillo al color. Mientras observa la foto, se repite aquel adjetivo de “manualidades”, entonces piensa que quizá su papá tenga razón y lo de la fotografía no llegue a ser más que un pasatiempo, y que, aunque la realidad es que Luis tiene un mal genio espantoso, de verdad está llevando solo toda la carga económica durante la cuarentena y eso no es justo; además, tal vez su padre tenga razón cuando le dice que se va a morir de hambre como fotógrafo, porque no hay trabajo de eso, y que mejor debe estudiar Derecho, aunque no le guste tanto.

 

Prueba después un segundo filtro, ahora uno azul, se observa a sí mismo en la foto y piensa que como dice su mamá, “les tocó ese destino y hay que aguantar”; así que ni para qué se queja, no hay mucho que pueda cambiar, su padre siempre será el ogro que es y Paco debe ganar dinero suficiente para irse de ahí con su madre y cuidarla.

 

Ahora pone un filtro blanco y negro, le parece que la foto toma fuerza, le gusta el contraste de luz y oscuridad, los tonos de gris, los diferentes brillos en los blancos, y piensa que la vida es así, con claroscuros, que todos tenemos luz y sombra que ajustar. Si tuviera que calificar con una emoción el efecto que ese filtro le produce, seria: pasión.

  

¿Con cuál filtro dejarías la foto tú?