Margarita Lignan Camarena
Magda ha decidido vender sándwiches y ensaladas a domicilio, entre ella y su hijo Ricardo los preparan y él sale a vender por las mañanas, mientras su madre hace correcciones de estilo para una editorial que paga poco, pero le da trabajo constantemente, lo cual la tranquiliza.
Este mes ya sacó lo de la renta y los servicios, y aunque la compra del súper fue mínima, porque cada vez está todo más caro, considera que la próxima quincena podrá abastecerse un poco más, pues ya logró vender cinco pares de zapatos del catálogo, sólo es cosa de organizarse con Ricardo para ir por ellos.
El papá de Ricardo, Elías, perdió el trabajo otra vez, él dice que tiene muy mala suerte y que, por supuesto, le gustaría que las cosas fueran distintas, pero “qué se le va a hacer”.
Hace tiempo Magda y Elías se separaron y él “contribuye cuando puede” porque entre “la cosa está difícil” y “ahorita no tengo”, su hijo se convirtió en un adolescente que sabe que en realidad sólo cuenta con su mamá, lo que no le gusta mucho; él quisiera tener un papá que presumir con sus amigos, uno que lo hiciera sentir seguro y respaldado, quisiera aprender de él a ganarse la vida, que le diera consejos; pero Elías, aunque le llama, rara vez viene a visitarlo, entre el partido de fut e “ir con los cuates para ver qué sale”, casi no le da tiempo.
Magda se ha cansado de pelear con Elías, intentó demandarlo, pero ¿cómo obligar a un padre a que trabaje y se haga responsable?, si él siempre argumenta que busca y busca, pero no encuentra nada y cuando lo encuentra, dura poco. Eso sí, decidió que no le iba nunca a prohibir ver a su hijo, porque todo hijo necesita estar en contacto con su padre.
También puedes leer: El pasado, ¿quedó atrás?
Cuando estaban casados, ella se cansó de darle sugerencias: “si le pides al compadre que te preste el taxi”, “si hablas con Don Chucho a ver si te da trabajo en la tienda”, “si me ayudas a vender zapatos”; hasta que se dio cuenta de que no era un problema de falta de ideas, sino de falta de voluntad y sobre todo de responsabilidad, cuando una amiga le dijo:
— Oye Magda, ¿y tú cómo haces para tener trabajo siempre, quién te lo da?
— No, pues nadie amiga; ya ves que yo le busco por todos lados, si no hago una cosa, hago la otra y si no, me invento a ver qué vendo.
— ¿Sabes?, lo que hace Elías es violencia económica, porque te ha dejado sola con toda la carga del muchacho y de la casa con el pretexto de su mala suerte.
— Te juro que no sé qué más hacer. Lo que más me duele es la vergüenza que siente Ricardo, todo lo que quisiera de su padre y nunca va a tener. Me siento culpable de haberlo elegido.
— No, bueno, nada más eso faltaba, ¿cómo va a ser tu culpa si no tenías una bola de cristal para vislumbrar el futuro? Has sido y eres una madre maravillosa.
— Muchas gracias amiga, pero sé que yo no soy padre y madre como dicen, eso es una tontería, soy una madre proveedora, pero sólo madre y no puedo cubrirle a Ricardo la ausencia de Elías.
— Claro que no puedes, pero estás dándole un maravilloso ejemplo de cómo salir adelante cuando la vida no es perfecta, cuando no es lo que esperábamos y que siempre, siempre, son el corazón y el entusiasmo los que nos llevan a salir adelante, y sobre todo le estás enseñando que con responsabilidad se combate la “mala suerte”.
Cada mañana, cuando preparan las viandas para vender y Magda despide a su hijo, se siente confiada en que aunque Elías no esté, ella le está enseñando a Ricardo a ser un hombre responsable y un buen proveedor.