El bule bule

El Bule, bule

Margarita Lignan Camarena

Este año he estado escribiendo artículos para el boletín escolar, la sección de la que me encargo, es la de “Seguridad en mi comunidad”; como ahora el boletín es on line, llega a mayor cantidad de lectores, por lo que decidí abordar temáticas no sólo para estudiantes, sino también para nuestras familias. Fue así que me decidí a escribir la historia del Bule, bule, aquel taxi que compró mi papá cuando le dieron su liquidación, porque quebró la fábrica en la que trabajó durante muchos años. Le puso ese nombre porque siempre le encantó la música de los años 60 y 70, en especial, nos contaba que desde chiquito se hizo famoso por bailar el “bule, bule” y en toda fiesta de familia o amigos siempre había un momento en el que él se echaba “su bailecito estrella”.

 

El taxi lo compró por supuesto para trabajar, pero también para llevar a veces a pasear al abuelo que ya prácticamente no podía caminar por un problema de artritis y de depresión, que se le quedó casi permanente, tras la muerte de mi abuelita.

 

A los clientes frecuentes de mi papá les encantaba el Bule, bule, no sólo porque durante el viaje escuchaban buen rock and roll, sino porque mi papá siempre lo traía impecable, manejaba con seguridad y siempre les daba un buen servicio… Pero un día, desafortunadamente, todo eso acabó.

 

Alguien vio a mi papá con envidia y pensó que el Bule, bule era más de lo que era; así que simplemente ya no apareció, no estuvo donde lo dejaba estacionado cada noche, ni en las cuadras de alrededor, ni más allá en la colonia, ni en el barrio de junto. Al parecer nadie vio ni escuchó nada. Recuerdo a mi papá desesperado buscando aquel carro que representaba su patrimonio, sus muchos años de trabajo, su oportunidad de llevar a pasear al abuelo e incluso aquella identidad que lo hizo único.

 

No lo tenía asegurado, los papeles del carro los trajo siempre en la guantera y desconocía por completo el número de serie grabado en el motor. Yo no lo culpo, porque aunque pudo ser más precavido, para mí el culpable no es quien confía, sino quien roba, esas personas flojas para quienes el esfuerzo de los demás no vale nada y en un momento de ventaja abusan y dañan; además seguramente sin mucho provecho, porque como dice el dicho “ladrón que roba a ladrón” y bien sabemos que entre ellos mismos se traicionan.

 

Causa mucha impotencia decir “si quiera fue sin violencia, lo material como quiera se recupera…” porque mi abuelito murió sin volver a hacer aquellos paseos que tanto lo alegraban en el Bule, bule y a mi papá le ha costado mucho recuperar su alegría y sus ganas de bailar y de cantar.

 

Y aunque sé que no puedo sensibilizar ni cambiar la mentalidad de alguien que no siente ninguna empatía por los demás y que considera que abusar lo convierte en “listo”, sin darse cuenta de que un abusador siempre trae a otro abusivo detrás pisándole los talones. Quise escribir mi artículo con algunas sugerencias que a mi pá ni se le ocurrieron de tan confiado y noble que es.

 

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• Paga tu seguro, recuerda que ahora por ley es obligatorio tenerlo, hay de muchos precios, cotiza uno que incluya póliza contra robo.

 

• No está demás pagar también la instalación de un dispositivo adicional de seguridad.

 

• Cambia frecuentemente tus rutas o lugares de estacionado y déjalo bien cerrado, de preferencia en un lugar transitado y con buena iluminación.

 

• No dejes dentro documentos importantes, objetos de valor ni el boleto del estacionamiento.

 

• Puedes instalar un número VIN de 17 cifras que se graba en varias de tus autopartes.

 

• No compres autopartes “baratas” que puedan provenir de un robo.

 

• Si desafortunadamente el robo es con violencia, recuerda que lo más importante es ponerte a salvo a ti y a las personas que vienen contigo.

 

• En caso de no encontrar tu auto donde lo dejaste, llama al 911, número de emergencias, para verificar que no fue llevado al corralón. Si desafortunadamente compruebas que fue robado, haz la denuncia correspondiente en el ministerio público, ya sea de manera presencial o en línea, para que el número de serie de tu auto sea registrado en el REPUVE (Registro Público Vehicular) como auto robado.