El amor que encarcela

Cada notificación que Fernanda recibía, solía alterarla. Desde hace unos meses que su esposo se había puesto más celoso que de costumbre. Al quedarse sin trabajo, Sergio puso un negocio en su casa, por lo que ahí pasaba la mayor parte del día.

 

Los cambios en la rutina de la casa se habían alterado y Fernanda pensó que a eso se debía el comportamiento de su esposo. Cuando tenía que salir a comprar cosas, Sergio la recibía preguntándole por qué había tardado tanto y con quién había estado.

 

Aunque no había razones para tanta pregunta, pero un día, de pronto:

 

-Ya no quiero que salgas sola, te acompañaré cuando hagas las compras.

 

Esto se hizo normal para Fernanda, que ya no podía salir sola; de por sí, con la situación actual, se había alejado de sus amigas y ya casi no veía a su familia; pero ahora, además, ya no encontraba momentos para ella.

 

Alguna vez, le contó a su prima que le parecía un exceso la forma en la que Sergio desconfiaba de ella; sin embargo, no pudo contarle más detalles ya que su esposo había comenzado a revisar su celular. En una pelea le había pedido sus contraseñas y ahora verificaba cada notificación.

 

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La situación se salió de control durante una pelea y Sergio empujó a su esposa; el hijo mayor, un adolescente de 15 años vio la escena. Más tarde buscó a su madre y le comentó que él también había notado mucho cambio en su padre. Que necesitaban ayuda.

Decidida, Fernanda se comunicó a la Línea de Mujeres 5658-1111 para recibir asesoría.