Cuando Quique, mi hijo, estaba por cumplir sus cuatro años, a su madre y a mi nos pidió que le regaláramos una mascota. Nora –mi esposa– y yo, consideramos que era buena idea que nuestro hijo tuviera una mascota, pues luego de tantos meses de confinamiento, esto le sería de mucha ayuda para distraerse un poco del día a día.
Tras un par de semanas, Logan llegó a nuestro hogar; un pequeño gatito de color blanco que nos enamoró a Quique, a Nora y a mi. Mi hijo estaba encantado con su “michi”, y gran parte del día lo pasaba jugando con él.
De pronto, Nora y yo empezamos a notar que el trato que Quique le daba a Logan, era un poco brusco. Por lo que decidimos llamarle la atención….
— Hijo, se más amigable con el gatito. Si lo tratas mal, corres el riesgo de que te pueda rasguñar
— Él es mi amigo, y nunca me hace nada, papi
— Por eso mismo, hijo. Debes de cuidarlo y tratarlo bien para que su amistad siga creciendo
— Si, ya entendí papi
Pensaba que la charla con Quique ayudaría un poco para que dejara de comportarse de manera violenta con Logan, pero con el paso de los días, mi hijo empezó a replicar con el gatito, algunas peleas que veía en las caricaturas; al grado de que el “michi” empezó a tenerle miedo a mi hijo, y se escondía de él.
Nora y yo pensamos que esta situación solo ocurría con el gatito, pero durante una reunión familiar con mis cuñados, observamos cómo Quique intentaba golpear a sus primos, pues decía que así lo hacían los “sayayin”.
Luego de notar que el comportamiento violento de nuestro hijo iba en aumento, Nora y yo llevamos a Quique con un especialista para atender esta situación, ya que parecía no distinguir la diferencia entre el mundo de los dibujos animados y la realidad.
Además de la ayuda del especialista, empezamos a fomentar en nuestro hijo la disciplina, sin perder el trato cariñosos que siempre le hemos brindado. También, cada que en el televisor aparecía una escena violenta, le explicábamos a Quique por qué ese tipo de acciones eran parte de la caricatura, pero no de la vida real, por lo que no tenía que repetirlas, y menos, si esto podría provocar daño a las personas.
También puedes leer: Los niños y las niñas en las pantallas: ¡Cuidado!
Identificar a tiempo que mi hijo tenía conductas violentas, nos permitió atender oportunamente esta situación y poco a poco ha empezado a convivir con los demás, de manera respetuosa y cariñosa, y Logan ya no tiene miedo de Quique ni se esconde de él, porque ya no lo trata de manera violenta.
Si conoces a algún niño o niña que presente conductas violentas, otra alternativa para transformar de manera positiva su comportamiento es la terapia psicológica infantil. Recuerda que la atención y la prevención oportuna, ayudará a que las conductas violentas no escalen a un nivel más alto.