Como me he imaginado…

Margarita Lignan Camarena

Querido papá… o no sé si llamarte “fantasma”, “recuerdo”, “vapor” ; me cuesta mucho encontrar las palabras precisas para hablar de ti… Incluso, las más de las veces, creo que no eres sino un invento de mi imaginación.

 

Vergüenza, esta es la primera palabra que me llega cuando alguien me pregunta cómo me he sentido con todo esto, con no haber tenido padre o que me negaras, con que para llenar cualquier formato me pidieran deletrear tu apellido. Recuerdo aquellos días del padre en la primaria, cuando tenía que bailar sabiendo que no estabas en el público…Me daba vergüenza ¿sabes?, como si asumiera que, por “algo malo en mí”, tú faltabas.

 

Rabia, también la he sentido, no un simple enojo, cuando alguien me preguntaba qué tal me vendría descubrir que tuvieras otros hijos, cuando era la única niña del salón con los zapatos rotos y me enviaban de regreso a casa con una nota exigiendo el pago de la colegiatura; pero sin duda la mayor rabia venía cuando me decían que yo me parecía a ti. Eso sí que no, ni de chiripa quería parecerme a ti, yo no tendría ni un rasgo tuyo, no sería tu estirpe … El problema es que después tuve que aceptar que, aunque tú no fueras mi padre, porque no te colocaste ahí, yo si era tu hija porque me faltabas.

 

Tristeza… No, fíjate que esa nunca la sentí o no me lo permití porque consideré que no te lo merecías.

 

Pero miedo sí, me llené de temor de ir sola por la vida, creyendo que me equivocaba en todo, solamente yo, como si no existiera torpeza en los demás. Como no tenía ningún recuerdo tuyo porque te fuiste demasiado pronto, incluso antes de dejarme saber quién eres, qué comes, qué te gusta, si te rasuras, cuáles son tus palabras favoritas y si crujes los dientes al dormir; al no tener ni siquiera algo para quejarme de ti porque nunca me regañaste, pero tampoco me diste un consejo, entonces, te inventé…

 

Creatividad, me inventé un papá a la medida, a veces les decía a mis amigas que viajabas por el mundo y que pronto me citarías en un país extraño para encontrarnos una vez más; otras veces les decía que eras el mejor del mundo, como cuando cumplí quince, pues me escribí una carta “de tu puño y letra” que fue la envidia de todas.

 

Culpa, te he culpado tanto de mis fracasos económicos, porque no te quedaste para enseñarme algo, para decirme “cómo hacerle”, para contarme tus errores o relatarme a detalle tus éxitos. Te culpé por permitir que mis jefes me gritaran o me ningunearan, porque no me dijiste que era valiosa, porque cuando volteaba atrás buscando un padre, no había más que un vacío.

 

Uy, y más aún te he culpado de mis fracasos amorosos, porque tu mensaje fue no solo no quedarte, sino sustituirme con hijos ajenos que encontraste por ahí y que de tan bueno que eras con ellos te llamaban “papá”. Te culpé por sentirme desechable, sustituible, despreciable. Te he culpado de no poder aceptar un piropo, porque todos me parecen falsos.

 

Te he responsabilizado inmensamente por no poder verme a mí misma como me he imaginado, por no ser quien hubiera querido ser…

 

Sin embargo, la verdad es que a partir de tu ausencia he construido cosas muy buenas:

 

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Certeza, pues hoy reconozco que te he usado como un escudo para no llegar a donde realmente he querido ir. Hoy acepto que sí nos parecemos en algo, porque me da por huir cada que la cosa se pone difícil; pero ¿sabes?, al final me quedo, porque gracias a los sentimientos que me provocó tu ausencia, me he construido autosuficiente, valiente y leal.

 

Orgullo, hoy me siento muy orgullosa de tener una profesión, hijos, empleo y de haber superado un montón de obstáculos con mi propio esfuerzo. Al no estar tu voz sosteniéndome, he descubierto mi entereza y tenacidad.

 

Resiliencia, ya que hasta ahora me he levantado de todas mis caídas y fortaleza, pues no espero a que nadie venga por mí, me levanto sola…

 

Amor, sobre todo y sin duda he construido amor, me falle o no, yo solo sé querer de una forma: “con todo” y por eso sé, que gracias a la historia de tu ausencia, hoy sí puedo ser como me he imaginado, si dejo de negarte y de culparte, aceptando que te llevo dentro, como una luz, como un faro que silenciosa y poderosamente me ha iluminado desde la sombra.