Mi escuela, un espacio seguro

Margarita Lignan Camarena

Yo sí soy de esas chavas a las que les encanta la escuela, pero te voy a decir por qué, no sólo por lo que aprendo o por tener amigos; sino que, para mí, la escuela es… ¿cómo dicen?… Ah sí, como un oasis, ja, ja, ja; quizá suene un poco pesado, pero es verdad. Mira, te cuento, en mi casa hay mucho relajo porque mis papás desafortunadamente son alcohólicos, bueno, mi papá más, mi mamá menos, pero también, sólo que ella de plano lo niega.

 

Como te imaginarás, tenemos muchos problemas de dinero, mi papá pierde los trabajos seguido y mi mamá vende cosas por catálogo y prepara papas y hot dogs para vender el fin de semana; lo que no sirve de mucho, porque se lo gastan en sus cervecitas y acabamos con más deudas que ganancias.

 

La verdad es que mis papás me estresan, obvio ya he tratado de hablar con ellos, pero sale peor porque se enojan y dicen que sólo los critico.

 

La escuela para mí es un espacio libre de mi familia, donde puedo platicar con mis maestros y aprender cosas que me den una oportunidad de trabajo, por eso busqué este plantel, para que además de la prepa, tenga yo preparación técnica y pronto pueda encontrar chamba.

 

Lo malo fue un día en que también la escuela se puso peligrosa, porque un grupito de chavos de la colonia, de las calles de atrás, andaban de pleito con otro grupito que en las tardes se juntan aquí frente a la tiendita. Al principio sólo se decían de cosas en los descansos y como que se iba a armar el pleito, pero los maestros los paraban; pero un día, Beto, el líder de los de la tiendita, a medio pleito que saca una navaja bien grande que traía escondida en el cinturón. Los que los veíamos comenzamos a dar de gritos, rápido llegaron el director y el profe de educación física, pero estaba bien difícil intervenir porque los chavos traían los ánimos calientes, principalmente Beto que empezó a amenazar a una compañera que lo estaba grabando. Entonces, la verdad no supe bien ni quién fue, creo que la maestra Lulú, la que llamó a una patrulla, y en lo que alegaban si podían entrar a la escuela o no, Beto se espantó y bajó el arma; entonces lo llevaron a la dirección y llamaron a sus papás.

 

Eso no fue lo peor, sino que el director, asustado y enojado como es obvio, nos hizo a todos revisión de mochilas y ¡zaz!, Eloy traía un arma de fuego, yo no sé ni qué era exactamente, para mí todas son simplemente pistolas. Eloy es hermano de Víctor, el de la bandita de las calles de atrás. Nomás porque a la hora del pleito Eloy estaba en el laboratorio, imagínate si se ha enterado que le estaban echando bronca a su hermano.

 

Acabamos de entrar a la prepa, todos somos aún menores de edad, lo de mandar llamar a los papás a veces sirve y a veces no, por ejemplo, en el caso de Beto, su papá estaba mega afligido y apenado, porque esa navaja es herramienta que él usa en su carpintería, dijo que en ningún momento le permitió a su hijo tomarla, que ni se imaginaba en lo que andaba y que ajustaría medidas con él; pero en el caso de Víctor y Eloy, su papá maneja un micro, dijo que el arma era suya y que la trae con el fin de defenderse de posibles asaltos y que también le enseñó a sus hijos a usarla por si se les ofrecía, aunque su intención era que fuera como defensa.

 

Yo no estoy segura de si andar armados nos puede defender o nos pone más en peligro, pero sí pienso que las armas, en todo caso, deben estar fuera del alcance de niños y de chavos, porque creo que aún no tenemos el criterio suficiente y uno nunca sabe; como los papás de mis compañeros que desconocían en qué andaban sus hijos.

 

Lo bueno es que después la paz volvió a mi escuela, el director hizo una solicitud y vinieron a darnos unas pláticas de prevención de uso de armas, donde nos explicaron qué objetos son considerados como armas, nos dijeron que, en la mayoría de los casos de uso de las mismas en escuelas, los agresores las consiguieron en sus casas y que muy pocas veces, antes de un ataque, los agresores hicieron algún tipo de amenaza o dieron alguna señal que pudiera ayudar a prever la situación.

 

También dijeron que desde luego lo más importante es la prevención y nos explicaron cómo serían los operativos de revisión autorizados, en los que participarían docentes y padres de familia.

 

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Luego nos advirtieron que, en el desafortunado caso de otro incidente, no tratáramos de enfrentar al agresor, ni de tomarle fotos o video, que nos resguardáramos inmediatamente, de preferencia en un salón que se pudiera cerrar, y que debía haber alguien encargado de llamar al 060 a la policía o a emergencias en el 911.

 

Afortunadamente no ha habido más incidentes desde entonces, los operativos de revisión sirvieron bastante. Como te contaba al inicio, no sólo yo, sino muchos de mis compañeros, ante la falta de oportunidades o frente a las dificultades en nuestras familias, tenemos la escuela como un lugar seguro para aprender, crecer, madurar y forjarnos buenas oportunidades de salir adelante y necesitamos que eso no cambie.

 

Para más información acerca de este tema, se sugiere consultar el siguiente documento: