Los chicos del 302

Margarita Lignan Camarena

Te quiero contar una historia de lo más chida, fíjate nomás, resulta que a mi abue Manuelita, “Tita” le decimos de cariño, siempre le ha gustado viajar; claro, no somos familia de mucha lana, así que nunca hemos salido de México; pero eso sí, conocemos un montonal de pueblitos y sobre todo de balnearios, porque Tita desde muy joven adora nadar, hasta ella dice que parece pato.

 

Luego, pues cuando ya todos crecimos se volvió más difícil reunirnos para salir; pero Tita no es de las que se amainan, y que se pone a hablarle a sus amigos y organizaron su club de viajes, que debería llamarse “Los chicos del 302”, porque todos viven aquí en la privada. Ya todos son abuelitos, pero vieras qué animados; el hijo de don Toño los lleva en la camionetita y ¡zaz! Ahí van, con su itacate, sus chancletas y hasta sus bastones, pues segurito que sentados no se quedan, eso me gusta harto de ellos.

 

Nomás que una vez sí pasó algo bien feo, cuando se fueron a Tonatico precisamente, como si se fueron varios días, y además, entre semana, que para no encontrar tanta gente, todos los demás de la privada estábamos trabajando o en la escuela o bueno, ya sabes cada quien en sus cosas. Y en la noche, que nos damos cuenta de que habían abierto la casa del señor Jaime, el que fue carpintero; bueno, de hecho es, porque todavía hace algunos trabajos.

 

¡N´ombre! Cuando entré y vi el tiradero, abiertos todos sus cajones, hasta sus cosas más privadas. ¡Se pasan de veras, qué falta de respeto a las personas que han trabajado toda su vida y aún así tienen poco!; bueno, lo que más dolor me dio fue que se llevaron sus herramientas. Entonces me dije: “Mi Richi, tenemos que arreglar esto, porque no es posible que nuestros viejitos no puedan salir sin que tan fácil venga un malandrín y les vacíe la casa”.

 

De entrada, entre todos juntamos para ponerle al Sr. Jaime una nueva cerradura, porque se la rompieron, ¿tú crees?, y también para comprarle algunas herramientitas, aunque fueran las básicas, pa´ que cuando le diéramos la noticia, el golpe no fuera tan fuerte. Mira, a don Jaime no lo visitan ni lo ayudan sus hijos, no sé por qué, pero aquí estamos los vecinos para apoyarlo, pa´ que tenga con qué trabajar, porque eso lo distrae y le da algo de comer.

 

Pero luego Martha mi hermana me dijo: “Oye Richi, ya no hay que dejar el edificio solo, siempre debe haber alguien de guardia, aquí viven muchas personas mayores y también niños, hay que hacer una junta para ponernos de acuerdo en algunas acciones que nos protejan”, y pues desde luego que estuve de acuerdo, así merito le hicimos; checa nomás la lista que pegamos en el pasillo:

 

• Cooperación para focos en la entrada y el andador, de esos que se prenden cuando pasan las personas, para que no gasten mucha luz.

 

• Nadie puede publicar en sus redes que va a estar fuera, pero sí le debe avisar a sus vecinos y a sus familiares inmediato, pa´ que “echemos ojito” en su ausencia.

 

• Habrá un puesto de “vecino vigilante” que tomaremos por turnos, esto quiere decir que ese vecino estará en casa en el puente o vacaciones y si ve algo raro, lo reportará al 911 o al 066, que es el número de la policía.

 

• Si alguien tiene contestadora, le va a poner nomás que dejen el mensaje, sin decir nombre de la persona que ahí vive o si están fuera.

 

• Todos nos comprometemos a cerrar con llave la puerta principal cada que entremos o salgamos de la privada.

 

• Se prohíbe dejar las llaves de la casa en macetas o debajo de tapetitos; en todo caso se le dejan a un vecino de confianza, a un familiar o al vecino vigilante.

 

Y así le hemos estado haciendo, neta se siente bien padrísimo cooperar entre todos y apoyarnos, se siente uno… cómo te diré, como más fuerte, protegido.

 

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Ahora “Los chicos del 302” ya pueden seguir con sus “escapaditas”, sabiendo que cuando regresen, encontrarán tal cual dejaron todas sus chivas, porque los que nos quedamos, también queremos cuando seamos abuelitos, andar así como ellos, aunque sea humildemente, pero disfrutando la vida.