Un chico decente

Margarita Lignan Camarena

Aquel sueño en que por fin había aprendido a volar y en el que les enseñaba con recelo a sus amigos la depurada técnica para hacerlo, consistente en impulsarse hacia arriba con brazos, piernas y corazón, terminó abruptamente con el sonido del despertador; su mente comenzó a repasar los días para ver si de casualidad el fin de semana continuaba y podía dormir otro rato; pero no, el calendario en su celular marcaba lunes – ¡Qué fastidio, toca honores a la bandera!

 

Se sumergió en la regadera haciendo caso omiso de los gritos de su madre que lo apuraban y zambulléndose cara arriba, percibió la misma sensación catártica de un clavado en la piscina.

 

A los 14 años era un fastidio vivir, “reglas, reglas, muchas reglas, para todo reglas, y al final, a quién le importan; nacimos para ser libres ¿no?” ¡Daniel, por favor ponte desodorante!, cómo vas a ir así a la escuela, dirán que eres un vagabundo.

 

Se fajó la camisa como pudo, nomás entró de un lado, mientras se acordaba de que este día sus compañeras, por ser el Día de la mujer, estarían a cargo de la ceremonia a la bandera. No las comprendía del todo, las chicas le parecían raras, justo cuando estaban de buenas apenas uno les hacía un chiste y ya luego luego se enojaban; siempre preocupadas por su aspecto, bueno, algunas; Melisa decía que a ella no le importaba. Eso sí, reconocía que tenían razón, él no estaba de acuerdo con la violencia de género, con que las hicieran menos, las trataran como tontas o las agredieran por ser mujeres; la verdad le parecía bastante bueno que tuvieran un día para hacer visibles los abusos que se sufrían.

 

-Oye Daniel, ya traes bien largas esas greñas, ya sabes que así no te dejan entrar, te vas a buscar un reporte, cochino chamaco nomás no te hago entender, ya sabes que firmaste el reglamento y te piden casquete corto ¿no?, como hombrecito…

 

-Ya estoy listo- Dijo para no responder.

 

-¿No vas a desayunar?

 

-Ya me voy mejor, ahí nos vidrios al ratón…

 

-No te vayas de vago con esos que nomás juegan maquinitas, tienes que venirle a ayudar a tu papá en el taller, a ver si él consigue hacerte hombre de bien.

 

Iba silbando esa cancioncita vieja que no acababa de aprenderse, sólo recordaba el estribillo que repetía una y otra vez con la inspiración más apasionada “afueeeera, afuera nada existe, sólo adentro…”

 

– A ver joven Daniel, mire nomás cómo se presenta usted a la escuela, todo desfajado, corríjase; un chico decente no trae la camisa por fuera… ¿Y ese pelo?, ya le habíamos advertido que se lo tenía que cortar y usted no quiere obedecer. Yo lo voy a dejar pasar, pero si le llaman la atención sus maestros, yo voy a decir que no lo vi entrar.

 

El himno nacional sonó, le erizaba la piel, aunque nunca lo confesara; el redoble de los tambores, sus compañeras, esta vez sólo mujeres escoltando la bandera. Luego hablaron con toda vehemencia de la violencia de género, del acoso callejero y escolar hacia ellas, del miedo a la noche y a las calles, de elegir la ropa para no ser tocadas. Daniel sintió que debía hacer algo, acompañarlas al salir de una fiesta, modificar sus comentarios, que, aunque los decía de chiste podrían parecer  ofensivos; quizá también…

 

¡Joven Daniel Jiménez!, pase al frente, sonó estruendosa la voz de la maestra Irene, la directora, interrumpiendo sus pensamientos. Sin comprender para qué lo llamaban, con dudosos pasos se colocó al centro del patio. El director se acercó, tomó el micrófono.

 

-Bueno usted no entiende ¿verdad joven? Se le ha dicho muchas veces que no se presente en esas fachas, mírese nada más, parece un drogadicto, un pordiosero; estamos haciendo honores a la patria y hablando del respeto a las compañeras y usted con esas greñas… ¡Maestro Bautista, páseme la máquina!

 

El corazón de Daniel iba a salírsele del pecho, su respiración era corta y rápida, no era cierto lo que estaba pasando. Frente a toda la escuela la maestra Irene lo rapó. Daniel veía caer mechones de su cabello, de su dignidad, de su autoestima y de su rabia unos tras otros contra el suelo. Algo lo congeló y no pudo irse, pero en muchas formas ya no estaba; sabía que a ese lugar no volvería, tampoco volvería a ver a sus amigos, ni a sus compañeras, ni a sus maestras… Necesitaba en ese instante desaparecer del mundo, cerró los ojos y se vio a sí mismo lanzándose hacia arriba, como en la técnica depurada de su sueño.

 

Según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).El 56% del territorio mexicano tiene alerta de violencia de género contra las mujeres. La violencia de género contra los varones prácticamente no es considerada, es un tipo de violencia mucho más silenciosa. De acuerdo con el INEGI el maltrato hacia el hombre se enmarca dentro de la violencia doméstica.

 

En agosto de 2019, se viralizó la noticia de una secundaria en Monterrey en el que la directora rapó públicamente a un estudiante. Algunos internautas opinaron que es una forma válida de disciplinar, mientras otros señalaron que se trató de una humillación para el alumno.

 

La violencia de género tiene muchos matices por explorar, se hace indispensable reflexionar en cómo se viven y perciben las nuevas masculinidades.