Sigo siendo yo

Margarita Lignan Camarena

Caminar se ha vuelto algo difícil, aunque no imposible, Andrés se sujeta fuerte de su andadera para asomarse a la ventana y ver que el administrador haya llegado como cada primer miércoles del mes para checar qué departamentos necesitan mantenimiento; después se sienta a leer el periódico, costumbre que tiene desde joven, para estar al tanto de las principales noticias; pero sobre todo para leer el suplemento de finanzas, pues aunque no tiene mucho dinero, le parece importante comprender hacia donde gira el mundo para administrar lo mejor posible sus limitados recursos.

 

Andrés aún se considera jefe de familia, su esposa Lulú y su hermana Hortensia, la que nunca se casó, dependen de él; bueno, y de sobra está decir que sus hijos, tanto Julio como Paola siempre encuentran “algo” en lo que él les pueda ayudar.

 

El mes pasado cumplió 82, pero al parecer su columna vertebral se cansó antes que su espíritu y colapsó, de tal manera que ahora debe sujetarse para andar, pues no hay forma de permanecer vertical sin el sostén de su espalda; por lo demás, y para haber sufrido dos infartos en su vida, él está muy bien; necesita pocas medicinas, sus vitaminas desde luego, y algunas pastillas para el dolor, que francamente a veces se le convierte en una pesadilla; sin embargo, él siempre dice “pero nada más”, pues no está mal de la presión como Hortensia, ni tiene problemas de riñón como Lulú.  

 

Paso a pasito, casi arrastrando los pies, pero con buen ánimo, llega varias veces al día hasta la cocina, le gusta preparar la cena junto con su esposa, lo disfruta mucho; antes casi nunca tuvo tiempo de cocinar; pero hoy, se sienta para picar finamente cebolla, jitomates y chiles verdes, con tal de que el “pico de gallo” quede muy bueno, como lo hacían en su pueblo.

 

No hay noche en que pueda acostarse y quedarse dormido si antes no ha llamado a Hortensia para asegurarse de que haya cerrado bien, ya que ella vive sola, y su colonia al parecer, se está volviendo bastante peligrosa.

 

– ¿Cómo está Hortencita?, me la saludas… ¿Ya te vas a cambiar el pañal otra vez?, ya te dijo Paola que no los estés desperdiciando.

– A ver mujer, no los estoy desperdiciando, los utilizo, y no me gusta andar sucio, no porque ahora sea un viejo voy a andar todo descuidado, tú sabes que nunca he sido así.

– Pero nuestra hija dice que…

– Que diga lo que quiera, para algo trabajé tantos años, si ahora mi pensión va a servir sólo para comprar pañales, pues que sea para eso, muy mi dinero, yo me lo gané.

 

La jardinería, en cambio, no es muy lo suyo, pero le gusta tomar un rato el sol en el jardín por las mañanas, antes de que suba al Cenit para que no pegue tan fuerte, porque fortalece sus huesos y le quita la depresión el contemplar a su mujer discutiendo con las plantas a las que ha puesto nombres de pintores como el malvón Rembrandt o la bugambilia Frida; de hecho a algunas las regaña por haberse multiplicado tanto sin su permiso, pues eso la hace que tenga que comprar más macetas y otras en cambio, le preocupan justo porque no crecen.

 

– Deberías caminar un poco más, aunque sea de aquí para allá; Julio dice que eso te va ayudar a que no uses tanto pañal porque si haces ejercicio se fortalece tu vejiga.

– A ver mujer, mi problema no está en la vejiga sino en la columna, no puedo caminar, no es que siempre me ande “haciendo los calzones” es que a veces no alcanzo a llegar porque me muevo muy despacio.

– Ya lo sé, pero si te chiqueas, tú mismo vas a entorpecerte cada vez más y ya no serás el de antes.

– Mira, obviamente ni soy ni seré “el de antes”, ahora estoy viejo y mi cuerpo se ha cansado, no es el mismo, como tampoco lo es el tuyo; sin embargo sigo siendo yo, estoy fastidiado de que todos me traten como a un niño, de que no podamos hablar de otro asunto más importantes que mis pañales y cuántas veces voy al baño.

 

Andrés ha estado ocupado estos días observando a una golondrina que llegó a anidar justo afuera de su ventana, en la esquina que hace la pared, se pregunta cómo habrá hecho tan rápido ese nido en forma de cubo, si será macho o hembra, si tendrá críos pronto y cuántos días faltarán para que empiece la temporada de lluvias.

 

Se sujeta fuertemente de su andadera, la fuerza de las piernas no le da sin la ayuda de su columna y apoyándose del cajonero logra sentarse en su sillón para buscar en la televisión algún documental de historia, de esos que tanto le gustan; mientras su corazón se siente contento de tener a un nuevo huésped al que de un modo u otro, también él protege.

 

¿Crees que en la vejez se deja de ser quien uno ha sido?, ¿por qué creemos que los adultos mayores son como niños?, ¿consideras que un adulto mayor se siente cómodo cuando es tratado de esta manera?