Por: Margarita Lignan Camarena
Sí, fue hace ya un rato que se terminó lo de Chabela, yo la quería un montón, un montón; pero a veces con todo y eso no queda más que despedirse; andaba yo tan salido de mí, que no me hallaba en ningún lado, en ninguna parte estaba a gusto, todo el día me la pasaba inquieto.
Y mira, yo la verdad, y pasando a otra cosa, fui muy malo para la escuela; así que no terminé, pero aquí en la empresa me ha ido bien, me ha gustado; empecé tal cual de cerillo cuando todavía esa chamba era para los chavos, y luego fui cajero mucho rato, y de ahí ya ahora supervisor.
Ya desde antes yo siempre andaba resolviendo todo tipo de problemas, desde cajero era re metiche, ja,ja,ja y como que siempre pensé que es mejor resolver un problema que agrandarlo; pero justo fue cuando lo de la Chabela que aprendí una cosa muy importante, porque haz de cuenta que entonces yo andaba cargando el mundo, de la pesadez, de la tristeza, y cada vez que pensaba en ella, mi cabeza daba vueltas, pensaba “en por qué sí y por qué no, y si hubiéramos hecho, y si mejor nunca hubiera dicho, y hasta a lo mejor si no hubiera estornudado”; la verdad es que Chabela se fue porque quiso irse y no había nada que yo pudiera hacer para cambiar su voluntad.
Tan harto estaba de mí mismo que me fui a inscribir a un taller de teatro, pos para ver si hacía nuevos amigos y me distraía un poco; te digo que nunca me gustó estudiar, pero ese rollo de la actuación sí me late…¿Y qué te crees? Que el taller era de puro Shakespeare, ¿ves?, hasta aprendí a pronunciarlo bien; y la verdad que ese cuate escribía cosas acá bien “coco”, de mucho cerebro y bien buenas, muy “actuales como decía el maestro; porque en sus obras los personajes son súuuper intensos, ja,ja,ja; como me gusta a mí la gente, así era mi Chabela, estoy re loco, te digo.
Bueno la cosa es que entre celos, robarse el dinero, la mujer, ponerse el cuerno, hacer berrinche, traicionarse y suicidarse se les iba la vida a los personajes de Shakespeare; aunque claro todo siempre sucede entre escenas súper apasionadas y frases fregonsísimas, como una que hasta me aprendí: “Con frecuencia las expectativas no se cumplen, y con mayor frecuencia donde mayores eran. No existe nada bueno ni malo, es el pensamiento humano el que lo hace aparecer así”, de la obra Bien está lo que bien acaba, …¿Eh?, ¿qué tal?, si te digo que era bien “coco” ese autor.
Pues el maestro nos platicó entonces de algo en lo que yo no había pensado “las expectativas”, él nos dijo que todos nos la pasamos esperando cosas de los demás, nomás pedimos: “que me llame, que me de, que me entienda, que me diga”, y no nomás en el amor ¿eh?, en el trabajo y en todo; pero como te cuento de la Chabela, no podemos cambiar la voluntad de los otros.
Bueno pues no sabes cómo esa frase me cambió la vida porque empecé a buscar hartos videos de ese tema, porque ya te digo estudiar, lo que se dice estudiar no me gusta, pero enterarme sí, y que encuentro que la contraparte de las expectativas es la gratitud.
Ahhhh sí, justito como tú me quedé, como con ojos de plato. Fíjate, si en vez de pedir agradecemos lo que voluntariamente nos dan, la cosa se pone mejor, a lo mejor yo quería pedirle que me hiciera mi desayuno de chilaquiles bien picosito, pero ella no me puede dar eso, ni se le ocurre, ni quiere; pero me da su compañía y escucha cómo me fue en el trabajo; parece muy bobo ya sé, y está mucho más fácil decirlo que hacerlo.
Pero justo merito así fue que me hice supervisor, cada que un cliente se quejaba, yo iba a arreglar la bronca y primeritito que nada le agradecía; por ejemplo: “¡Óigame usted, compré este mugre tostador y nomás no sirve! … No, se preocupe, ahorita se lo cambio y antes que nada le agradezco su confianza”, “mire joven lo que pasa es que OTRA VEZ me dieron mal mi medicamento… Antes que nada, muchas gracias por tenernos paciencia, una disculpa y ahorita se lo cambiamos”; bueno hasta sorprendidos se quedaban con mis respuestas, y así, siempre hay gente más amable y otra más grosera.
Y luego surgían broncas entre los compañeros porque Lulú esperaba que Toño se acomidiera a traerle cambio y Toño esperaba que Paty siempre le sonriera porque le gustaba y Paty también esperaba que nuestro jefe, el señor Rubén le diera trato especial y la ascendiera apenas con tres meses de haber llegado. “¡Ya¡” les decía yo, “puro drama aquí, pues si esto no es Shakespeare”. La neta es que todos esperamos muchas cosas de los demás en lugar de agradecer lo que como un regalo nos llega.
Entonces como yo siempre andaba resolviendo broncas, me hicieron supervisor; pero te digo, yo desde entonces siempre he calmado las aguas así agradeciendo, le agradezco a Toño porque siempre llega más temprano que los demás y ayuda a acomodar los carritos, le agradezco a Paty que siempre está dando ideas para la mejora de la tienda, a don Beto que me convida de sus galletitas en su descanso del medio día y así ando, resolviendo broncas y agradeciendo.
¿Sabes? Resulta contagioso porque me ven que todo el tiempo ando sonriente y ligero; cada que me enojo o me fastidio, me tomo un descanso y en voz alta algo agradezco.
Por ejemplo, gracias a la partida de Chabela, aunque a ratos aún la extraño mucho, conocí casi todas las obras de Shakespeare y gracias a eso, aprendí que los humanos a veces somos muy dramáticos y muy exagerados, y por eso la vida me puso enfrente de los ojos el video de las expectativas y la gratitud, gracias al cual aprendí a mediar y resolver las broncas en la tienda; lo que finalmente me convirtió en supervisor, ¿no te parece bonito?
Desafortunadamente la violencia, en sus diferentes manifestaciones, es un fenómeno que se ha vuelto común, especialmente en las grandes ciudades; pues al conducir, utilizar el transporte público, al hacer las compras o incluso simplemente, al acudir a un espacio recreativo, como un cine, las emociones negativas contenidas tras presiones laborales, económicas y familiares, pueden estallar y buscar una falsa catarsis que se manifieste gritando o insultando a los otros; lo que en lugar de hacernos sentir mejor, genera dinámicas sociales cada vez más violentas.
Al no poner freno de manera individual a estas conductas, surge la violencia social que va creciendo como una bola de nieve hasta crear un verdadero ambiente de inseguridad; por ello es importante aprender y poner en práctica técnicas de autocontrol emocional y mediación que nos permitan resolver los conflictos cotidianos de una manera pacífica.
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Si tienes algún conflicto en cualquier ámbito, la negociación es una muy buena opción para llegar a acuerdos con las partes involucradas. Recuerda que un conflicto mal abordado, puede derivar en violencia.