Desde que falleció mi esposo, mi hijo Ignacio y su familia se mudaron a vivir conmigo, pues dicen que ya estoy grande y no puedo vivir sola. Superar la pérdida de la persona con quien había pasado más de 40 años no fue fácil, pero poco a poco asimilé este proceso y seguí adelante con mi vida.
Yo estaba muy agradecida con Ignacio, mis nietos y mi nuera por la consideración que estaban teniendo conmigo en esta etapa de mi vida. Los primeros meses me sentía acompañada, cada vez que recordaba a Joel –mi esposo-, y me sentía triste, ellos estaban ahí para platicar conmigo y tranquilizarme en estos momentos de crisis.
Con el paso del tiempo, las cosas comenzaron a cambiar. Cada que necesitaba ayuda con algo, tardaban mucho tiempo en hacerme caso, y en ocasiones nadie me ayudaba.
Cuando mis nietos -Salvador y Sebastián- cumplieron 17 años, Ignacio me pidió que les dejara a ellos mi habitación, pues como eran adolescentes ambos necesitaban más espacio, y como yo ya estaba grande, podría quedarme en la sala.
Poco a poco empecé a sentirme desplazada de mi propio hogar, en ocasiones llegaba a pensar que Ignacio y su familia me veían solo como un objeto más de la casa, al cual no tomaban en cuenta para nada. Incluso, había ocasiones en que no me obedecían o ya ni siquiera platicaban conmigo ni me consultaban nada de lo que se hacía en mi casa.
A mis 72 años sigo teniendo el derecho a ser respetada y que me tomen en cuenta en las decisiones que se toman, y más aún si se trata de mi propia casa. Así, aunque son mi familia y los quiero mucho, si es necesario, tendré que asesorarme para recuperar mi espacio y sentirme plena en mi vejez. No estoy desvalida, y como ven, tampoco necesito sentirme como una extraña en mi propia casa.
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La violencia contra las y los adultos mayores puede ser ejercida por familiares, vecinos o desconocidos, y puede manifestarse a través maltrato físico, maltrato psicológico, abandono, omitir sus cuidados, ignorarlos y hasta explotarlos financieramente.
Si conoces algún caso como el de Elvira, el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM), ofrece Asesoría Jurídica a personas adultas mayores que hayan sufrido violencia, abuso, maltrato o, simplemente, si requieren ayuda en cualquier asunto legal.
Otra opción a la que puedes recurrir es al Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), que a través de los Centros Gerontológicos que opera, brinda atención integral como atención médica, psicológica, social y rehabilitación de alta calidad a personas adultas mayores.