A pescar camarones

Margarita Lignan Camarena

Demasiadas planas para un niño de seis años al que sólo le interesa salir al patio de la escuela a “pescar camarones”; así les llama Tomás a las bolitas de polen que caen del árbol de banano. La Navidad pasada vio a su madre cocinar romeritos con tortas de camarón y le pareció sorprendente que el camarón estuviera hecho polvo; por lo que cree que no son animales, sino el fruto de aquel árbol.

 

Le gusta mucho, pero mucho, meter las frágiles bolitas en el bolsillo de su pantalón y luego dar una palmada fuerte que las desbarata todas y las convierte en una nube de polvo dorado que lo hace estornudar y estornudar como ese dragón mágico que sale en la tele. Su maestra preocupada, ha decidido llamar a su mamá.

 

-“Señora, es que su hijo no pone atención; sus compañeros están haciendo planas, ya aprendieron los números hasta el 5 y Tomás simplemente no. Mire, el problema es que se sale del salón dizque a pescar camarones. Ya le explicamos que esas bolitas son de polen, no camarones, y que le hacen daño.”

 

Laura, mamá de Tomás, quiere que su hijo aprenda los números; pero cuando lo sienta en las tardes para hacer la tarea, él comienza a encontrar formas de animales en las manchas del techo y hasta platica con ellos en vez de ponerse a escribir. Entonces Laura se preocupa y le resuena en la cabeza la voz de la maestra.

 

-“Mire señora Ruiz, Tomás es tan inteligente que hasta se pasa de listo, por eso no nos obedece; se me hace que o tiene déficit de atención o me lo tienen muy consentido. Es importante ponerle límites, si no, nunca va a aprender. Fíjese, el otro día por ejemplo, en vez de hacer la plana de trazos verticales y horizontales, invitó a todos sus compañeritos a dizque pescar camarones y se salieron a jugar sin acabar su trabajo”.

 

 

Cuando suspendieron las clases por la pandemia, Laura se angustió muchísimo pensando que ella no tendría la capacidad para ayudarlo a aprender.

 

-¿Mami, ya se va a acabar la “cuantapena”?

-¿La qué?, ja ja…

-La cuantapena o como se llame eso de quedarnos en casita.

-Ja ja ja; “la cuarentena”, se llama así porque tiene cuarenta días, mira como 4 veces los dedos de tus manos… No lo sé mi vida, no sé cuándo se acabe, ya duró muchísimo, ¿ya quieres que termine verdad?

-Nooo, ¡a mi me encanta la cuantapena!

-Ja ja ja; a ver, ¿Por qué te gusta tanto?

-¡Porque no voy a la escuela!… Mami, ¿podemos ir a caminar para pescar camarones?

 

Laura escucha tantas noticias confusas acerca del coronavirus, que está llena de miedo, ya no sabe si el virus está en los otros, en el aire, en el piso o en los árboles; le parece que es una especie de inmenso monstruo con un cuerpo diminuto que amenaza todo lo que ama; pero a pesar de su miedo, el brillo en los ojos de su pequeño que sonríe, la lleva a confiar en la vida y a comprender que su hijo necesita un poco de aire fuera de las paredes de su pequeño departamento.

 

-Ok, saldremos a pescar camarones; pero como el otro día ¿eh?, sólo una vueltita chiquita a la manzana y nos llevamos nuestra gorra con careta y guantes… Ah, y una bolsa de papel para guardar los camarones, no los metas en tu ropa.

-¡Ehhhh, viva!, pero una vuelta chiquita no ¿eh?, yo quiero una vuelta a la manzana pero laaaaaaarga, como la cola de mi dinosaurio.

-¡Bueno!

 

Mientras observa a su pequeño recorrer su calle, atento a todo, curioso, confiado y alegre, piensa en el derecho de los niños al aire, al Sol, a la vida. ¿En qué momento se los arrebatamos contaminando el planeta?

 

Estos días en casa, el pequeño Tomás ha conocido los colores ordenando los ganchos de la ropa, el nombre de cada fruta y verdura que acomoda en el refri, y ha escuchado tantas veces el cuento del Gato Zapatero, que lo aprendió de memoria para contárselo por video a los abuelos.

 

-Oye Tomás, ¿ya cuántos camarones llevas guardados en la bolsa?

-¡Un montón!

-¿Y cuánto es un montón, son más que el otro día o menos?

-¡Un montón es…muchísimos camarones!

-Mira, abre tu mano; haz cazuelita para que no se te caigan del guante: aquí tienes uno…dos…tres camarones. Ahora veamos cuántos tengo yo, uno… dos… tres…cuatro camarones, ¡te gané!

-Ah, no, no ganes. Yo tengo muchos y tú muchos.

-Síii, los dos tenemos muchos; pero hay que contar para saber quién tiene más, ¿te enseño cómo?

 

Con ayuda de mamá ya puede contar de corrido hasta diez. Han enumerado taparroscas, botones, hojas de las plantas y hasta hormigas; pero definitivamente lo que más le gusta a Tomás es contar camarones; aunque algunos simplemente no llegan a la cuenta porque los explota para hacerlos “polvo mágico” que haga estornudar a su mamá.

 

¿Crees que existan otras formas de aprender además de la escuela?, ¿qué le cambiarías al formato de la escuela actual, qué conservarías?, ¿te has angustiado pensando que tus hijos no sean capaces de aprender lo mismo que todos?

 

A Tomás le gusta la cuarentena porque está con su mamá. A ti ¿qué cosas buenas te ha traído la cuarentena?