Siéntate como señorita

Siéntate como señorita

Ainhoa Suárez Gómez

El patio de recreo de mi escuela era, como todos los patios escolares, una intensa mezcla de gritos, pelotas volando por aquí y allá, grupos tranquilos que se sientan a compartir el lunch y otros más inquietos. Era media hora de un curioso festejo y pausa de las actividades en la que se podía hacer todo lo que estaba prohibido en el salón.

 

Bueno, en realidad no era que pudiéramos hacer todo. Había ciertas cosas que no estaban bien vistas para nosotras, las adolescentes. Recuerdo en especial la insistencia de una de nuestras maestras que solía repetirnos a mí y a mis amigas: “Siéntense como señoritas”. Otras veces era más clara: “No se sienten con las piernas abiertas que se les ven los calzones”. Nosotras inmediatamente hacíamos caso y cambiábamos de postura a una más incómoda pero más adecuada para las mujeres.


Mis compañeros hombres no pasaban por lo mismo. Ellos podían sentarse como quisieran y no importaba que se les vieran los calzones, en especial el resorte de los famosos bóxers. Eso sí estaba bien visto.


Lo curioso era que mientras que a nosotras, las mujeres, se nos pedía que tuviéramos una actitud adecuada a nuestro género, a los hombres se les dejaba actuar con mayor libertad en sus conductas y cuidados.

 

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Esa distinción de comportamiento entre mujeres y hombres es una cosa que se ha ido construyendo con el tiempo, pero que tenemos que empezar a identificar y eliminar de nuestra sociedad. En realidad, no existen formas específicas de ser mujer y ser hombre, no hay comportamientos y actitudes que sean exclusivos de un género. Lo que compartimos unas y otros es nuestra condición como personas. Ejercer esa condición con la mayor libertad posible debe ser nuestra prioridad.