Ya era el tercer año en que Gloria daba clases en el cuarto grado de primaria. Durante sus diez años de experiencia sabía reconocer muy bien cuando uno de sus estudiantes se encontraba en problemas y ese era el caso de Emanuel.
Por algunas semanas, había notado que el niño estaba más distraído. También notó que sus participaciones eran poco usuales; en el recreo había decidido comer poco y muchos de sus hábitos se habían modificado.
En uno de los ejercicios de la clase, los niños debían trabajar en parejas, por lo que pidió a Karen y a Emanuel que trabajaran juntos; sin embargo, al paso de la actividad, Emanuel comenzó a gritar a su compañera y no quiso continuar.
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Gloria comenzó a platicar con el niño; se dio cuenta que algo no era adecuado pues mostraba un gran cambio en su comportamiento y notaba algo de temor en sus movimientos. Por lo que se puso atenta y notó un leve moretón en el hombro del niño.
Al día siguiente y tras haber detectado grandes cambios en la personalidad de Emanuel, decidió comenzar un diálogo y un proceso de acompañamiento en el que pudo observar que estaba replicando conductas violentas que estaba viviendo en casa.
Aunque las denuncias no pueden realizarse cuando no se detecta maltrato físico, Gloria decidió que podría sugerir a los padres, algún tipo de terapia para su alumno, ya que estaba sometido a gran nerviosismo. En algunos casos, se pueden realizar intervenciones preventivas y, para ello, es necesario derivar casos a psicólogos u otras autoridades inmediatas.