Por: Margarita Lignan Camarena
Cada tarde la esperaba en Buenavista porque de ahí hasta la estación Cuautitlán del Suburbano, tenía un buen rato para observarla; aunque ella inevitablemente casi siempre se dormía. Él tejía mientras llegaban, sentado frente a ella para mirarla.
Desconocía su nombre, pero sí sabía que era bailarina, lo descubrió por su porte, su esbeltez y por la mochila que llevaba a la espalda, con unas zapatillas de ballet colgando.
A él le gustaba mucho la voz de aquella chica, pues cuando hablaba por su celular alcanzaba a escuchar su tono aterciopelado y melodioso; pero la verdad es que sobre todo le gustaba por lo que imaginaba; aunque él se decía que no, que hay conexiones energéticas entre las personas, anteriores a todas las razones, que simplemente hay almas que se buscan a través de los mundos, de los tiempos, y cuando se encuentran el corazón lo sabe y no necesita más razones.
Claudio era un chico tranquilo, en lo que decidía bien qué estudiar se inscribió a un curso de diseño de tés, ahí muy cerca de Buenavista, también cerca del café donde trabajaba como mesero; fue así que la conoció cuando ella llegó a pedir una infusión de frutos rojos y mientras él, fascinado por los enormes y redondos ojos de la chica, le servía, ella sonrió, pero no con simple cortesía, sonrió ampliamente, franca, alegre, llena de luz. Más tarde la encontró de nuevo en el Suburbano, transportándose en la misma ruta que él y definitivamente se convenció de que el destino les tenía algo planeado.
El martes la escuchó hablar con una amiga acerca de un actor que le gustaba, “Sí Mónica, David Belle, el que hace parkur, el francés, ¿ya lo viste?, es que es tan fuerte, tan ágil, tan rudo y sensual a la vez que no lo crees; en su nueva peli Rouge City, tiene unas escenas increíbles donde salta de un edifico a otro y luego baja por las escaleras de emergencia con un triple mortal, bueno… ya sabes, yo quedé hipnotizada, tiene unos brazos y una espalda tan trabajados que se te cae la baba de verlo”.
Claudio alza la vista, con su crochet en mano y simplemente sonríe mientras piensa, “vaya, vaya, ella tiene este esquema de los príncipes azules que son fuertes, rudos, guapos, vuelan, saltan y por supuesto vencen dragones”.
De tanto que la mira ella voltea y tras dudar unos segundos le dice: “Ah, hola, ¿eres el chico de la cafetería no?”. A él se le llena el corazón de alegría al ser reconocido.
El miércoles y el jueves ella ha viajado durmiendo, “deben ser agotadoras sus clases” piensa Claudio, mientras la ve cabecear sin poder controlarlo. El viernes decide sentarse junto a ella, y cuando la chica comienza a forcejear con el sueño, él acerca su hombro, hilos de cabello negro y revuelto descansan sobre el hombro de Claudio que por dentro tiembla conmovido. De pronto suena el timbre de llegada y la despierta.
– Ay perdón, perdón; me quedé dormida. Disculpa, ¿en qué estación vamos?
– Faltan tres…
– ¿Tres?… ¿Cómo sabes dónde bajo?
– Soy “el chico de la cafetería”, ¿recuerdas?, bajo en la misma estación que tú; por cierto, me llamo Claudio.
– Sí es cierto, eres tú.
– Jaja, claro que soy yo. ¿Tú, cómo te llamas?
– Irene, soy Irene… ¿Estás tejiendo?
– Sí, me gusta mucho; me enseñó mi abuela. Hago algunas cosas para vender y ayudarme con los estudios. ¿Quieres ver?
Irene inclinó la cabeza aprobando en un gesto de amabilidad. Claudio sacó un montón de muñequitos hechos a detalle: un unicornio, un changuito, un gato rayado y otro negro de ojos verdes; luego sacó unos pequeños monederos en forma de estrellas y medias lunas y un par de atrapasueños de colores neón.
– Oye, qué bonito todo. ¿Tú abuela te enseñó todo esto?
– No, bueno, ella me enseñó lo básico y he ido aprendiendo más técnicas por mi cuenta.
– ¡Vaya!… ¿Y qué estudias?
– Diseño de tés.
– ¡Wow!, ¿eso existe?
– Jajaja, sí, si existe; mira te explico rápido porque ya casi vamos a llegar. Con mi abue aprendí que mientras uno teje puede conocer gente, escuchar historias y lo más bonito que es que a partir de una sola hebra de hilo o de estambre, puedes crear todo lo que imagines. Una pieza tejida a mano involucra las almas de quien da y de quien recibe.
La seguridad y carisma con que habla Claudio tiene a Irene fascinada, siente que su encuentro con él tiene algo de mágico y mucho de único.
– Con respecto al té, se pueden crear tantas combinaciones de plantas, frutos y flores como no imaginas; yo quise aprender porque el aroma, las propiedades curativas, el sabor, incluso la temperatura de los tés, pueden transformar momentos; por ejemplo, hay unos que pueden animarte, otros relajarte, otros apapacharte y otros incluso…hasta seducirte.
Mientras le explica, Claudio eventualmente roza la mano de Irene, él tiene unas bellas manos grandes, cobrizas, suaves; no parece un chico rudo, sin embargo, le resulta tan encantador que quiere seguir conversando.
– Nunca vi al té de esa manera, francamente sólo conozco el de manzanilla, el de hierbabuena, y bueno, el de frutos rojos que te pedí la otra vez… Bueno, no es un té ¿verdad?, es una…
– Infusión
– Mira nada más todo lo que una puede aprender contigo. Oye y esto que estás tejiendo ¿qué es?, es más grande que las otras cosas que me mostraste ¿no?
– Sí… mira, este tipo de cuadros se llaman granny, es un tejido muy tradicional y estoy haciendo la funda para un cojín.
– ¿Para un cojín?
– Sí, es que verás, hay una hermosa bailarina que conocí recientemente, sólo que su viaje de regreso a casa es algo largo y suele quedarse dormida; así que, éste es… Tú regalo.
Es de noche y llueve, Irene charla con Mónica tendida boca arriba en su cama: “Ya, sé, ya sé; no se parece para nada a David Belle y hace cosas algo extrañas para un chico, pero te aseguro que es tan seductor, tan seguro, tan masculino, tan inteligente que no puedo dejar de pensar en él”.
Hombres y mujeres debemos revisar nuestros esquemas de “lo masculino” asociados con la rudeza, el dominio y la fuerza, para abrirnos a modalidades mucho más humanas y menos “acartonadas o estereotipadas”. Existen organizaciones como www.gendes.org.mx que exploran y difunden acciones en las que los hombres participen para la construcción de la igualdad de género.