Por: Margarita Lignan Camarena
Lucía está algo nerviosa, pero a la vez entusiasmada por presentar su nuevo proyecto; ha trabajado no mucho, sino muchísimo, y por fin logró tener completa su línea de productos de limpieza biodegradables que consiguió con una fórmula exclusiva. Casi fue igual de difícil el tema de los envases y el etiquetado, que obviamente también tenían que ser biodegradables, pero de muy buena calidad. Buscó y buscó etiquetas que no se despintaran con el roce de las manos, ni se despegaran y envases que fueran resistentes para no tener problema con el transporte, pero que estuvieran hechos de materiales naturales.
Prácticamente está lista, sólo que no sabe bien cómo hacer su campaña en Internet, que es la única forma en que puede vender por ahora; pero su amigo Julio es especialista en ello y Lucía lo contrató para que la ayude con este último gran detalle.
-Pues está padrísimo todo Lucy, sólo que yo si te recomiendo que busquemos una modelo que presente los productos, para hacer como unos videos cortos tipo infomerciales, ya sabes…
-Mmm, bueno, pero la verdad quiero presentarlos yo misma, ya que me ha costado tantísimo trabajo. ¿Quién mejor que yo para explicar cómo funcionan?
-Sí, lo entiendo; pero mira… Es que como eres güerita, no sé.
-¿Qué cosa dices?… ¿qué tiene que ver que sea “güerita”?
-Es que no te van a creer que hayas desarrollado una fórmula de tecnología avanzada; es decir, no me lo tomes a mal, te lo digo con mucho respeto; pero… Así es el mercado, ¿qué quieres que haga?
Lucía siente las manos y el rostro calientes, se endereza en su asiento, su corazón palpita; sin embargo, piensa que quizá ella percibió mal y que puede ser que se esté sintiendo ofendida sin razón.
-Creo que no te estoy entendiendo Julián…
-Bueno mira, es que la verdad eres muy guapa, pareces modelo; yo creo que te lo han dicho, y obviamente, no tiene nada de malo; de hecho, serías buenísima para vender cualquier cosa, pero no sé si funcione con productos de limpieza… Es que no te van a tomar en serio… Mira, lo que trato de explicarte es que al sector al que va dirigido tu producto, pues requiere de alguien más del tipo…”ama de casa”.
Ahora la sensación en Lucía es de franca incredulidad, sus labios dibujan una mueca de enfado y se lleva las manos a la frente como para detener la desesperación que comienza a no caberle en el cuerpo.
-A ver Julián, ¿qué “tipo” tiene un ama de casa?
-Pues ya sabes, más morenitas, un poco gorditas, no tan arregladas, no de ojos azules sobre todo.
-Lo que estás haciendo es discriminación, ¿sabes?
-Claro que no. Por favor, yo no soy así; yo te lo digo en términos comerciales. Además, a la gente como tú no se le discrimina, al contrario, siempre tienen privilegios, la discriminación es en otros sectores.
-¡Pero qué cosas me estás diciendo Julián!, estoy cansada de que a lo largo de mi vida la gente juzgue que una mujer o es bonita o es inteligente, pero definitivamente no puede ser las dos cosas. Mira, yo la verdad ni siquiera me siento taaaan bonita; por supuesto que me interesa mi físico, no soy alguien descuidada, arreglarme me gusta, y me encantan mis ojos y mi cabello porque son igualitos a los de mi madre que falleció cuando yo era niña. ¿Sabes?, yo creo que no tenemos la misma visión de las cosas y no podremos colaborar.
-Bueno, bueno, ya no te pongas histérica, es lo malo de trabajar con mujeres, que al final siempre son muy emocionales; lo que sí, es que me tienes que pagar, porque la que está cancelando el trabajo eres tú por un simple berrinche. Y a mí no me salgas con que no tienes dinero porque la gente como tú siempre tiene.
-Mira Julián, para llegar a donde he llegado, he trabajado conmigo misma, con mi propia frustración, como cuando no me salía la fórmula; también tuve que enfrentar el miedo a invertir mis pocos ahorros. Para crear esto he tenido que creer en mí misma, en mis capacidades y prepararme mucho.
Inevitablemente y en silencio, Lucía recordó que cuando era niña le chocaba ver caricaturas donde salían una “güerita” tonta y una “feíta” lista. También, que en las pastorelas de la escuela siempre la elegían para ser un hermoso ángel que no hablaba, cuando en realidad hubiera querido ser la narradora porque era quien tenía el discurso más largo. Nunca entendió a qué se referían cuando en la adolescencia sus tías le dijeron que lo bueno era que no necesitaría estudiar, pues gracias a su altura y sus ojos claros, tendría “asegurado” un maravilloso futuro”. En la universidad, tampoco faltó quien dudara de que sus notas fueran auténticas, pues no faltaba quien dijera que seguramente para obtenerlas habría salido con el profesor o hasta con el director.
Prefirió no decir nada, se recompuso recuperando su fuerza para salir adelante; respiró hondo y detuvo la cascada de palabras hasta entonces contenida, sabía que no tenía caso una discusión. Había trabajado mucho para concretar su proyecto y quien tenía enfrente, simplemente no estaba a la altura de su esfuerzo.
Los prejuicios van en todas direcciones, juzgamos a las personas por su edad, por sus características físicas, étnicas, por diferencias económicas o culturales; creemos conocer a los otros basándonos en estereotipos.
La discriminación nunca aporta, dificulta el crecimiento de las personas, merma su autoestima y puede llegar a manifestarse por medio de la violencia. Una persona que discrimina deja ver su miedo ante quien considera distinto, pues lo percibe como una amenaza.
El CONAPRED pone a disposición de las personas los medios para defender su derecho a no ser discriminadas. Toda persona que considere que ha sido víctima o conoce de un presunto acto, omisión, o práctica social discriminatoria atribuida a personas particulares o personas servidoras públicas, puede llenar el formulario de denuncia.