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No estaba en mis planes

Margarita Lignan Camarena

Y pensar que una vez consideré: “si tan solo pudiera cambiar… ese detalle”.

 

Cuando conocí a Rubén me encantó su caballerosidad, además, me pareció tan simpático, ¿sabes?, tiene como una chispa especial para ver la vida, de todo inventaba un chiste y a mí, me sacaba una sonrisa.

 

Nos presentó una amiga de la oficina, me comentó que él recién se había separado y que la había pasado muy mal con su divorcio; mi amiga, que se llama Laura, me contó que la ex esposa de Rubén le caía mal porque era muy frívola, siempre andaba en desayunos con amigas, comprando cosas y sólo trabajaba a veces, en pequeños proyectos que de vez en cuando le llegaban, sin preocuparse demasiado por el dinero “al fin Rubén la mantenía”.

 

Conforme más lo iba conociendo no comprendía cómo ella pudo echar a perder una relación con un hombre tan maravilloso, pero eso sí, me sentí muy afortunada de habernos encontrado.

 

Por supuesto, le pregunté por su relación anterior, quería saber si aún había algo entre ellos de lo que yo debiera preocuparme. Él me dijo que ya no había nada, que se sentía liberado del mal carácter de su ex, pues ella nunca estaba conforme con nada y solo reclamaba y reclamaba.

 

Yo no soy como ella, pensé, yo trabajo, gano mi dinero, soy alegre, sociable; el pobre no tendrá que sufrir más, conmigo tendrá una relación “de verdad”; así que comenzamos a planear la boda, qué importaba que fuera divorciado si ya lo había superado.

 

A veces me enojaba que tuviera tanto trabajo y no pudiera pasar conmigo los fines de semana, me chocaba que se saliera a la calle para hablar por teléfono, pero pensé que tampoco tendría por qué ser perfecto, así era él con sus cosas “de trabajo”, muy quisquilloso.

 

Pasaron un par de meses de que comenzamos a planear la boda para que por fin me contara que sí había algo, más bien alguien que lo unía a su pasado. Ellos tienen un hijo.

 

Lo primero que sentí es que me arrebataron todos mis planes, así que me dije que sólo era un tropiezo en nuestra relación, que podría superarlo, pero no, no puedo, me es tan difícil aceptarlo; rezongué y rezongué, lloré, grité y supliqué al universo que no fuera cierto, me sentí tan violentada, tan profundamente herida. Me repetía una y otra vez que todo sería perfecto, que yo podría haber formado una hermosa familia con un hombre maravilloso si “tan solo”, él no tuviera un hijo.

 

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¿Sabes qué se me olvidó?… Olvidé, o no quise recordar, que todas las historias tienen dos versiones, que un matrimonio se construye y se destruye con dos personas, no hay víctimas ni victimarios, hay aciertos y desaciertos, responsabilidades y errores.

 

Entonces me escuché achacándole a un niño, que ni conocía, mi infelicidad, me escuché justificando a un hombre que decidió no asumir su responsabilidad e incluso, ocultar a su hijo como si fuera un problema o un error, ¿cómo un hombre así podría ser un buen padre para los míos?

 

 

Hace unos días alguien me contó que Laura, su ex mujer, puso una papelería con dinero que le prestó su papá, porque Rubén desapareció en busca de alguien que hiciera menos preguntas que yo, para “reescribir su historia”.

 

Tuve que cambiar todos mis planes, suspender la boda, regresar los regalos y las felicitaciones, lidiar con el dolor y la decepción, reestructurarme, sanarme; pero finalmente algo bello y cálido que habita dentro de mí, no sé si mi alma o mi intuición me llevó a ver y a aceptar que la dicha verdadera nunca puede construirse en la obscuridad.