Me pareció tan amable

Me pareció tan amable

Margarita Lignan Camarena

Creo que a veces pasamos por alto que desafortunadamente los delitos tecnológicos y digitales son una realidad a la que todos estamos expuestos, incluso aquellos que se rehúsan a usar redes sociales o las personas mayores, como mi mamá. Mira, te cuento: ella se llama Elvira y aunque vive con nosotros, estamos tan ocupados con el trabajo, los pendientes y mis hijos con la escuela, que no pasamos mucho tiempo en casa, así que ella se queda sola gran parte del día y la verdad, es que dábamos por hecho que estaba segura.

 

Lo que no nos detuvimos a considerar, fue cómo se sentía, pero ahora lo he ido comprendiendo, pues, aunque el departamento es muy seguro, y los vecinos siempre están al pendiente de no dejar abierto para que no entre nadie desconocido, a pesar de que mi mamá tiene su cuarto, su tele y sus cosas, a lo largo del día se aburre porque no tiene con quien hablar. Dada su edad, ha ido perdiendo a sus amigas y a los familiares de su generación, su compañía son los personajes que ve en la pantalla y alguna que otra persona que a veces se da un tiempo para platicar con ella o regalarle una llamada; pero desafortunadamente, eso no suele ser muy frecuente.

 

Así fue que conoció a la tal “Lety”, sólo que no nos enteramos sino hasta mucho después, pues según mi mamá, nos veía “tan atareados”, que no quería molestarnos con cosas que para ella, no tenían mucha importancia.

 

“Lety”, quien en palabras de mi mami era muy “amable y platicadora”, un buen día marcó a la casa buscándola por su nombre, para ofrecerle un seguro contra accidentes y con servicio de ambulancia por solo unos pesos al mes, “dado que en su historial vimos que durante varios años ha sido una buena ahorradora”. Por supuesto que mi mamá no aceptó luego, luego; le dijo que nos iba a consultar; no te miento, recordamos que algo nos comentó, pero nos limitamos a decirle: “no hagas caso, son promociones fraudulentas”.

 

“Lety” siguió llamando y por supuesto que se dio cuenta de que mi mamá estaba sola, pero se tomó el tiempo de preguntarle cada día por su salud, para decirle que esa novela que ella ve por las tardes está muy buena, le sugirió un tecito muy bueno para la ciática, y poco a poco se ganó su confianza. Desde luego que a mi mamá, una chica tan amable, no le pareció nada fraudulenta.

 

Tras unos días, le volvió a ofrecer lo del dichoso seguro: “que tal qué está usted solita y no hay quien la ayude, o que surge un imprevisto y pone en aprietos a su familia, con este seguro usted estará cubierta y ni notará el descuento, que es mínimo, y se hará directamente de su cuenta sin que tenga que estar yendo a pagar”.

 

Mi mamá siempre fue muy trabajadora, y cuando se retiró, eso de depender económicamente de nosotros, le parecía inaceptable, por eso fue juntando sus ahorritos; claro hasta que aquella señorita “tan amable y platicadora”, la convenció de que le dictara uno a uno los numeritos de enfrente y de atrás de su tarjeta.

 

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Es por demás decirte que se trató de un caso de pishing, es decir, un método delictivo para engañar y obtener acceso a las tarjetas bancarias u otra información confidencial, haciéndose pasar por una institución de confianza. Total, que vaciaron la cuenta, por supuesto, nadie en el banco conocía a “Lety”, e incluso nos aseguraron que ellos no hacían promoción de esa manera. Por supuesto, metimos una aclaración que está en trámite, pero que según vemos, muy difícilmente se resolverá.

 

Con el apoyo económico de varios y la contención emocional de la familia, mi mami va recuperándose de su pérdida. Le cuesta y nos cuesta reconocer que su edad la ha vuelto vulnerable, siempre la recordamos como la mujer emprendedora y aguerrida que era; pero esta mala experiencia, nos hizo ver que necesitamos estar más cercanos y atentos a ella, pues si muchas veces nosotros no podemos prever estas situaciones, mucho menos las personas mayores, que pertenecen a una generación que no alcanzaba a imaginar estas nuevas maneras de hacer daño.